EL MUNDO • SUBNOTA
Lula da Silva lloró mucho en su último día como presidente y hasta abrió una botella de whisky para celebrar con sus colaboradores la salida del gobierno y el traspaso de mando a su sucesora, Dilma Rousseff. “Lula abrió un whisky, porque nadie es de hierro en un día como este”, contó su jefe de asesores, Gilberto Carvalho, quien será el secretario general de la presidencia de Rousseff. “El presidente lloró mucho, estaba absolutamente emocionado”, dijo Carvalho. Después de ocho años de gobierno, Lula egresó del gobierno con 87 por ciento de popularidad y al dejar el Palacio del Planalto rompió el protocolo y fue a abrazar a la multitud que acompañó el traspaso del mando en Brasilia. Cientos de personas pugnaron por acercarse a él, muchas de ellas llorando. El otrora tornero mecánico dedicó varios minutos a saludar a los simpatizantes antes de partir hacia la Base Aérea de Brasilia para iniciar el viaje de regreso a su casa en la ciudad industrial de São Bernardo do Campo. Al llegar a la Base Aérea las lágrimas volvieron a sus ojos cuando fue saludado por compañeros que hicieron sonar el “Himno a la Victoria”, una música que solía sonar para festejar los triunfos del fallecido tricampeón mundial de Fórmula 1 Ayrton Senna. Y aún le esperan sorpresas: en São Bernardo será recibido con una fiesta de los compañeros del PT.
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