EL MUNDO • SUBNOTA › DANIEL HERNANDEZ, 20, LE HABIA SALVADO LA VIDA A GIFFORDS
› Por David Usborne *
Varias veces durante el homenaje en Tucson, el público más joven estuvo más ansioso por hacer oír su reconocimiento que por sumarse al duelo. Silbaron al presidente e hicieron estruendos para agradecer a los héroes del tiroteo. Y ninguno recibió más gratitud y admiración que Daniel Hernández, el estudiante de Ciencia Política de veinte años que estaba sentado a la derecha de Barack Obama.
El muchacho es un voluntario que trabaja en la oficina del distrito de Tucson de la congresista herida, Gabrielle Giffords. El sábado, en la puerta del supermercado de Tucson, se abrió paso entre el granizo de balas para atender las heridas que tenía en la cabeza la congresista demócrata y, para asegurarse de que la mujer de cuarenta años pudiera respirar, la sentó erguida. Le dijo a la diputada que apretara su mano para ayudarla a soportar su gran dolor. Con su coraje, él le había salvado la vida.
El joven es corpulento, el mismo presidente Obama parecía insignificante a su lado. Pero Hernández no estaba preparado para aceptar su nuevo rótulo. Cuando fue invitado a acercarse al podio, el estudiante les cedió los honores a los otros, a los servidores públicos, a los médicos y a las enfermeras de Tucson, a los profesores y a los congresistas como Giffords. “No podemos aceptar el título de héroes y debemos dejárselo a aquellos que lo merecen”, dijo mientras sus labios transmitían una expresión de solemnidad, aun cuando el público estalló en una ovación.
Para Obama, el muchacho se merecía ocupar el centro de la escena. Su coraje y su reticencia a regodearse por sus logros eran el resumen de lo que el gobernante quería resaltar: la predisposición de la gente común a mostrar gran valentía sin esperar nada a cambio.
Pero, al menos, el joven recibió las gracias. “Daniel, lo lamento”, le dijo el presidente en su discurso, que fue el último del evento. “Podrías negarte, pero hemos decidido que eres un héroe porque corriste a través del caos para atender a tu jefa, cuidaste sus heridas y la ayudaste a mantenerse viva”.
En ese momento, el marido de Gabrielle Giffords, Mark Kelly, quien en gran parte del encuentro dejó que su mano derecha fuera sostenida por la mano izquierda de la primera dama, se puso de pie para abrazar a Hernández. Una gratitud abrumadora.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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