EL MUNDO • SUBNOTA › LA LUCHA POR UNA CIUDAD
› Por Kim Sengupta *
La cirugía tenía lugar contra un telón de fuego de artillería constante. Se habían sacado las cortinas para que entrara el máximo de luz por las ventanas y compensara la falta de electricidad. No había oxígeno disponible y los médicos monitoreaban los latidos de los pacientes ancianos con ansiedad. El hospital de Ajdabiya había estado tratando la marea de heridos de las batallas en el frente oriental aun antes de que la guerra entrara a la ciudad y empezaran a llegar residentes. Los recursos, humanos y materiales, ya muy escasos, disminuyeron aún más. Y la continua lucha hizo que no fuera posible que llegaran nuevas provisiones.
La posibilidad de que eso cambie pronto está desapareciendo. Los rebeldes fueron empujados fuera de la ciudad, no habiendo aprovechado la ventaja después de que los ataques aéreos destruyeran tanques y blindados de Khadafi en el frente oriental y provocaran una retirada aterrorizada de sus tropas. La ausencia de planes operativos coherentes de las fuerzas revolucionarias y su renuencia a enfrentarse a sus oponentes hace que cualquier ganancia militar tangible sea improbable a corto plazo, provocando la perspectiva de un compromiso a largo plazo de Occidente en una misión que ya está demostrando ser contenciosa y divisoria.
Mientras, hay una falta de liderazgo político en Benghazi, con el gobierno provisional comprometiéndose en una ronda de luchas internas desatadas por el reconocimiento de facto de la comunidad internacional. “Están peleando por saber quién llega a nombrar embajadores y dónde”, dijo un contrariado oficial. Los comandantes de los combatientes rebeldes, el Shabaab, afuera de Ajdabiya, culpaban ayer por su falta de progreso a la disminución de los ataques aéreos en las últimas 24 horas. En otras partes se decía que las fuerzas del régimen habían lanzado un ataque sobre Zintan y Mistrata, un baluarte de la oposición cerca de la capital, Trípoli, donde se informaba que hasta 40 personas habían muerto (ver nota principal).
En contraste con el Shabaab a las puertas de Ajdabiya, hay una resistencia fuerte dentro de la ciudad que había corrido a las fuerzas del régimen de algunas de las áreas. El hospital, como muestran los rastros de tiroteos en sus muros, fue defendido en varias ocasiones. Los pocos médicos y enfermeras que quedaban –reducidos a 20 de los 350 de hace una semanas atrás– estaban ansiosos por escuchar los últimos eventos. La electricidad se limita a un generador y se reserva a las emergencias médicas. El televisor junta polvo en la sala de reuniones del personal.
La escasez significó que los casos serios deben ser transferidos a Benghazi y Tobruk en las treguas en la lucha. En el caso de Milad Mussa, la edad y la fragilidad obligaron a cuidados de emergencia antes de poder moverlo. El conductor jubilado de 72 años estaba caminando hacia su casa después de orar en la mezquita local cuando las tropas del régimen abrieron fuego con una ametralladora pesada y lo hirieron en una pierna. El doctor Muswa Al-Majberi dijo que “no creímos que fuera a sobrevivir, había un trauma, había perdido mucha sangre y los huesos estaban destrozados. No creí que pudiéramos salvar la pierna. La principal preocupación es una infección, no podemos tratar eso aquí, necesitamos mandarlo a algún lado donde tengan medicinas. El problema es que no tenemos ambulancias en este momento”. Las ambulancias estaban afuera, con los parabrisas y los neumáticos destrozados a tiros por las tropas de Khadafi.
El hijo de Mussa, Jalad, estaba desesperado por llevar a su padre a Benghazi en su propio auto, pero no podía hacerlo porque había poca nafta en la ciudad. Abdul Karem, en una camilla, le preguntó a Jalad si existía la posibilidad de llevarlo a él también. “Tuve cuatro días de espera cuando cada hora pensaba que era el fin. Han hecho todo lo que han podido por mí aquí, no pueden hacer más y necesito ir a otro lado para una operación.”
Karem estaba en su cuarto, al lado del garaje donde trabajaba, cuando un tanque de las fuerzas del régimen abrió fuego haciendo un agujero en la pared y dejándolo con heridas de metralla en el estómago y las piernas. El techo se cayó en la habitación al lado de la suya, matando a tres de sus colegas. Amigos de Karem aparecieron en el hospital y dijeron que arreglarían para que fuera trasladado a Tobruk. Jalad se fue con su padre después de sifonear algo de nafta del auto de The Independent.
Lo vimos un poco más tarde en uno de los caminos de tierra del desierto, evitando la ruta principal bajo control del régimen. “No se puede ir, hay hombres de Khadafi más adelante, están buscando, debemos tomar otra ruta”, dijo Jalad. A la distancia se veía el fuego del Shabaab. No iban detrás del enemigo, sino que disparaban al aire celebrando una imaginaria victoria mientras se retiraban nuevamente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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