EL MUNDO • SUBNOTA › OMAR ASHOUR, EXPERTO EN MEDIO ORIENTE, DE LA UNIVERSIDAD DE EXETER
Para la efectividad de la llamada “guerra contra el terrorismo”, la captura y juicio de Bin Laden hubieran sido a mediano y largo plazo mucho más efectivos que su abatimiento, asegura el académico, citando ejemplos recientes.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
La última versión oficial de la muerte de Osama bin Laden ha provocado una fuerte polémica sobre la legitimidad del operativo militar estadounidense y el respeto a los derechos humanos. El director del programa de Medio Oriente de la Universidad de Exeter en el Reino Unido, Omar Ashour, autor de The De-Radicalization of Jihadists: Transforming Armed Islamist, enfoca el problema desde otro ángulo: la efectividad misma de la llamada “guerra contra el terrorismo”. En diálogo con Página/12 señaló que su captura y juicio hubieran sido a mediano y largo plazo mucho más efectivos.
–¿Qué impacto está teniendo la muerte de Bin Laden en el mundo árabe?
–Hay una respuesta mixta. Para algunos es un mártir y un héroe, para otros un terrorista y asesino. Pero es interesante ver que un grupo de Facebook que se llama “We are all Osama Bin Laden”, formado una hora después del anuncio del presidente Barack Obama, ya tiene unos 30 mil seguidores. Hay por lo menos otros 50 grupos similares. La cuestión de fondo es qué impacto tiene la muerte de un líder en sus seguidores reales y potenciales. En el caso de Shoko Asahara, fundador de Aum Shinrikyo, el grupo japonés que organizó el ataque con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, la muerte del líder fue determinante para el fin del grupo. Pero hay otros casos en que la captura y el juicio es mucho mejor. Es el caso de Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso en Perú, y Abdullah Ocalan, el líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán en Turquía que terminaron exhortando a sus seguidores a que depusieran las armas.
–¿Se puede asimilar a Al Qaida con estos casos?
–Hay similitudes y diferencias. En el aspecto religioso se acercan a Shoko Asahara. En el organizativo tiene similitudes con Sendero Luminoso. La gran diferencia es que Al Qaida funciona como una organización internacional con franquicias en distintos países. Desde el 11 de septiembre Al Qaida no es una organización jerárquica y monolítica con un rígido culto a la palabra del líder. La filial de Al Qaida en Irak, a cargo de Abu Musab al Zaraqawi, es una clara prueba de esto: era perfectamente autónoma en lo organizativo y operativo. Cuando un aliado de Bin Laden le pidió a Al Zaraqawi que no atacara a chiítas, éste intensificó sus ataques. Lo mismo sucede en Argelia, Yemen y Somalia. La función de Bin Laden era la de un icono y fuente de inspiración: una función que va a cumplir mejor muerto que vivo.
–La figura del mártir es muy importante en este islamismo militante.
–Exactamente. Una influencia clave en la formación de Bin Laden fue Sayyid Qutb, ejecutado por la dictadura egipcia de Gamel Abdel Nasser en 1966. El resultado de su muerte fue contraproducente. Hasta ese momento, Qutb no había podido persuadir a la mayoría de sus compañeros de la Hermandad Musulmana en prisión de la necesidad de las armas, pero poco después de su ejecución, convertido en mártir, ganó el apoyo de miles de personas y ha inspirado a las siguientes generaciones. Eliminar al “guía espiritual” de un grupo militante puede parecer una victoria para el gobierno a corto plazo, pero en realidad puede volver el proceso de des-radicalización mucho más improbable. A la larga el juicio es mucho más efectivo que el asesinato. Hay muchos casos de jihadistas que han dado marcha atrás, como el grupo islámico egipcio y el Frente libio islámico que no sólo abandonaron la violencia sino que la desligitimizaron. Un ideólogo de Al Qaida que pasó años en prisión, Sayyid Imam al Sharif, publicó varios libros denunciando la vía armada desde el punto de vista teológico y táctico. Lo mismo sucedió con el Grupo Islámico, un movimiento que participó en hechos de violencia en docenas de países, desde Egipto a Estados Unidos y Croacia.
–De todos modos, se puede decir que, más allá de su muerte, Bin Laden había perdido la batalla política con la rebelión en las calles del mundo árabe. ¿Cree que la muerte de Bin Laden puede afectar esta rebelión democrática?
–No creo. Pienso que Al Qaida intentará capitalizar este fenómeno y conseguirá cierta dosis de simpatía, pero esto no se traducirá en una acción política. La distancia que hay entre lo que quiere Al Qaida y la democracia que desea el mundo árabe es tal que no hay manera de juntar ambas cosas.
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