EL MUNDO
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El fin de una era
› Por Claudio Uriarte
Significa la actual crisis del Consejo de Seguridad el fin de los mecanismos de seguridad colectiva que la comunidad internacional se dio a partir de 1945? Probablemente sí, pero porque esos mecanismos ya estaban perimidos. Desde la formación del Consejo de Seguridad en la posguerra, Francia, Gran Bretaña y Rusia han dejado de ser imperios; el poder militar y económico se ha concentrado de modo unipolar en Estados Unidos, y China –el quinto miembro permanente del Consejo, el quinto con poder de veto– aparece en el nuevo cuadrante estratégico estadounidense como el enemigo emergente del siglo XXI. De modo que las consecuencias de largo plazo del enfrentamiento de ayer entre Francia, Rusia y China por un lado, y EE.UU. y Gran Bretaña por el otro, son sencillas: EE.UU., y su insular aliado transatlántico, simplemente dejarán de consultar con el Consejo de Seguridad para sus guerras, del mismo modo que la crisis en la OTAN por la renuencia de Francia, Alemania y Bélgica a dar ayuda defensiva a Turquía significa que el dúo angloamericano prescindirá para actuar, de ahora en adelante, de una organización de 19 miembros –y casi tantos en la lista de espera– que requiere del consenso unánime de sus integrantes para tomar cualquier decisión.
La insistencia de George W. Bush en presentar una segunda resolución contra Irak pese al anunciado veto de Francia, Rusia y China puede sonar a bravuconada, o a una lectura incorrecta de la aritmética del Consejo. En realidad, se trata de lo opuesto: el presidente norteamericano y sus halcones están precipitando deliberadamente la crisis del organismo, en la seguridad de que, si Francia, Rusia y China vetan la semana próxima el ultimátum anti Saddam diseñado por Gran Bretaña, será la última vez que una guerra norteamericana es sometida a poder de veto alguno. En su conferencia de prensa del jueves, Bush lo dijo con todas las letras: “No necesito el permiso de nadie para defender la seguridad de los norteamericanos”. También dijo que llevaría a votación su propuesta de nueva resolución “para que quede claro quién está de cada lado” y “para determinar la utilidad del Consejo de Seguridad”. Dicho en otras palabras, el presidente está apostando a la ruptura de los últimos lazos que limitaban el poder estadounidense, enviando al mismo tiempo una fuerte señal a los indecisos, que se reclutan entre los países más débiles. Del Consejo actual, sólo España y Bulgaria han hecho claro que se embarcan en la nave norteamericana. Es el comienzo de todo un nuevo sistema de alianzas, sin restricciones institucionales.
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