EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Oscar Guisoni
El Partido Popular le propinó ayer al PSOE la peor derrota de su historia. Con un resultado aún más pobre que el obtenido en las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1977, y con apenas el 28,79 por ciento de los votos, los socialistas pagan un alto precio por haber cedido a las presiones de los mercados financieros durante la actual crisis económica. Con el 44,3 por ciento, un resultado similar al obtenido por Rodríguez Zapatero en 2008, el PP se queda con una clara mayoría absoluta gracias a las ventajas de una ley electoral que fracciona en provincias pequeñas el territorio, favoreciendo de este modo a los dos partidos mayoritarios. La derecha española tendrá ahora la dura responsabilidad de gestionar la crisis. Y lo hará, previsiblemente, aplicando radicales ajustes en el gasto público, estimados en más de 18 mil millones de euros.
Las elecciones de ayer dejaron mensajes muy claros para los dos partidos mayoritarios, despertaron expectativas en la izquierda que se benefició de la debacle socialista y confirmaron la salud de los nacionalismos regionales, que se alzaron con importantes victorias en Cataluña y el País Vasco, donde dio la sorpresa la coalición Amaiur, vinculada al entorno político de ETA. Al PP le ha caído la mayor victoria de su historia en el peor momento del país. Sea cual sea el desenlace de la crisis económica en los próximos años, queda claro por la composición que emerge del nuevo Parlamento que sólo será responsabilidad de los “populares”.
Gran parte de los que votaron ayer a la derecha están convencidos que el PP volverá a repetir “el milagro de 1996”, cuando asumió el poder luego de 14 años de gobiernos socialistas, con un gran número de desempleados y algunos problemas económicos crónicos que hoy han vuelto a hacer su aparición. Pero es difícil que ese milagro se vuelva a repetir. Mariano Rajoy y su futuro ministro de Economía ya no tienen en sus manos el instrumento de la devaluación para darle un shock competitivo a una economía alicaída al borde de la recesión. Y para salir del atolladero sólo pueden inventarse otra burbuja económica o producir una devaluación indirecta, reduciendo salarios y quitando beneficios sociales, un camino que lo llevará de lleno al enfrentamiento social.
Mariano Rajoy parece tener muy claro el panorama. Pero hasta ahora no ha dicho por dónde va a ir. En el PP hay cierto temor a un “invierno caliente”, con los sindicatos en las calles y los “Indignados” en las plazas, dándole la bienvenida a un gobierno que no tardará en lamentar la debilidad de su principal opositor. Con el PSOE sumergido en una auténtica travesía en el desierto, a los populares no les quedarán interlocutores para gestionar la crisis. Conocido por ser un hombre de decisiones lentas, Rajoy deberá afrontar una realidad que puede engullirse el respaldo popular en pocos meses si el esperado “milagro” se hace desear. Previsor, ya avisó antes que las cosas están fuleras y que no habrá nada que festejar hasta... 2013.
Los mercados festejarán hoy con alzas en las bolsas estos resultados electorales. “Gane quien gane gobernará Merkel” aseguraban gran parte de los corresponsales extranjeros hace una semana al diario El País. Pero las riendas internas las tendrá Rajoy, que a partir de ahora controla el PP con mayor poder territorial de toda su historia.Todos estos ingredientes pueden resultar una trampa si la derecha cae en la tentación de imponer medidas impopulares capaces de licuar sus apoyos o convocar a la movilización a gran parte de esa izquierda social que ayer eligió quedarse en casa, o votar por partidos más radicales que el PSOE y que tiene su expresión más poderosa en el llamado 15-M. Es una tentación que el PP ya afrontó antes, con su primera mayoría absoluta durante el segundo gobierno de José María Aznar, y que culminó en desastre para el partido en 2004, obligado a pagar por el pecado de lesa soberbia siete años fuera del gobierno central. Sólo que ahora no está el PSOE para recoger los restos de una caída, y sus pasos en falsos pueden llevar al país a una situación compleja, similar a la que afrontan hoy Grecia o Italia. En manos de Rajoy está, a partir de hoy, todo esto.
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