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Historia de dos Mosules
El eco de los pensamientos de los heridos de bala, en su mayoría desempleados, como tantas decenas de miles de trabajadores en la ciudad de Mosul, se escuchaba ayer por los rincones del desolado centro urbano. Sólo los distritos de mayoría kurda, donde reside una cuarta parte de la población, habían recuperado ayer la exótica animación de los mercados habituales en la zona de Oriente Medio. El intenso tráfico de vehículos se atascaba entre tenderetes de comida, aparentemente bien abastecidos, bajo la vigilancia de patrullas peshmergas. Fuerzas regulares kurdas, unidades que está previsto integrar en el futuro Ejército iraquí, protegían ayer los hospitales de Mosul. Pero los barrios árabes del centro parecían sacados del paisaje de una ciudad fantasma. Todos los comercios siguen cerrados mientras montones de basura se pudren en la calle. Los cortes en el suministro de agua y de electricidad se producen de forma permanente. Durante el rezo del mediodía, el imán de una mezquita imploraba a través de un megáfono que los creyentes dejasen de participar en los saqueos y en el pillaje que arrasan la ciudad. Terminada la oración, muchos fieles vieron pasar un convoy militar estadounidense con blindados y ametralladoras que protegía a un extraño vehículo con altavoces que se asemejaban a tubos lanzamisiles. “A todo el pueblo de Mosul”, proclamaba una voz en árabe, que añadía: “La situación ya es normal. Estén tranquilos, vuelvan a las calles de su ciudad”.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
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