Dom 14.04.2013

EL MUNDO • SUBNOTA  › HENRIQUE CAPRILES, CANDIDATO DE LA MUD

Familiero, creyente y conservador

› Por Mercedes López San Miguel

Desde Caracas

Con Hugo Chávez evitó la pelea y mantuvo un discurso medido, consciente del carisma y la experiencia política de su opositor. Con Nicolás Maduro, Henrique Capriles Radonski salió a pegar, a sabiendas de que debía cambiar la estrategia tras la derrota ante el líder bolivariano en octubre pasado. Parte de la nueva táctica del candidato opositor fue no meterse con la imagen del mandatario fallecido. “Nicolás, en cien días estás acabando con los catorce años del presidente de la república. Ellos no están gobernando, están destruyendo Venezuela”, dijo durante la corta campaña.

A diferencia de Maduro, que proviene de las clases populares, Capriles Radonski nació hace 40 años en cuna de oro, en el seno de una familia judía de clase alta, aunque se criara como católico. Los Capriles son accionistas de medios de comunicación y los Radonski de una cadena de cine. Estudió Derecho en la Universidad Católica. “Henrique es muy familiero, tiene como valor el respeto a la familia”, dijo Federico Oliosto, militante del partido Un Nuevo Tiempo, dentro de la heterogénea coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD). “No era buen estudiante, era regular. A él siempre le gustó salir y divertirse, hacer deportes”, agregó Oliosto.

En 1998, Capriles entró en la arena política a los 25 años, cuando fue elegido diputado de la Asamblea Nacional por el ala más conservadora del partido democristiano Copei. Junto a otros políticos jóvenes como él formó el partido Primero Justicia, bajo cuyas banderas fue electo alcalde del municipio de Baruta. En 2002, tras el efímero golpe de abril contra Chávez, Capriles pasó cuatro meses en prisión acusado de haber participado en el acoso a la Embajada de Cuba. Muchos lo recuerdan como el hombre que trepó una escalera para entrar en la sede diplomática e inspeccionar las instalaciones buscando chavistas refugiados. Cuba lo acusó de desconocer el derecho internacional que tiene un país para dar asilo.

Quienes lo conocen dicen que cuando salió de prisión estaba muy vulnerable y que se hizo más creyente. Dos años después fue reelecto alcalde y a poco de terminar la segunda gestión en 2008 dejó el cargo para postularse a la gobernación del céntrico estado de Miranda. Ganó con el slogan “Algo bueno va a pasar en Miranda” ante su rival Diosdado Cabello, hombre que pisa fuerte en el chavismo –hoy es el presidente de la Asamblea Nacional–.

En 2010, su partido conservador Primero Justicia junto a Copei, Acción Democrática y algunas formaciones más progresistas –escisiones del chavismo– formaron la MUD, como una plataforma única de la oposición para las legislativas de ese año y buscando reparar el error de no haberse presentado en el 2005 –fueron cinco años en los que la oposición no tuvo representación en la Asamblea–.

En 2011, Capriles anunció que se presentaba como precandidato de la MUD para las elecciones presidenciales de 2012. Si bien fue una campaña con altibajos, se fue posicionando arriba en los sondeos hasta ganar las primarias en febrero del año pasado. Tanto para la campaña de octubre, como para la actual, el desafío del candidato de la derecha es llegar con su mensaje a las clases populares. Para el politólogo Nicmer Evans, el principal obstáculo de Capriles es ampliar su simpatía popular, base electoral del proceso bolivariano. “El votante venezolano tiende a favorecer a personas de origen humilde o con historia de superación tras de sí”, señaló el profesor de la Universidad Central de Venezuela. No es casual que durante esta campaña Capriles prometiera continuar las misiones sociales y otorgarles la nacionalidad a los cubanos que residen en Venezuela, muchos médicos que trabajan para las misiones. Admirador de Lula da Silva, el candidato opositor intentó mostrar una posición más cercana al dirigente del Partido de los Trabajadores en Brasil, prometiendo mejoras para los jubilados y los asalariados. Pero Lula apoyó abiertamente la campaña de Maduro.

Nadie podría discutir que Capriles se siente como un rey en el estado de Miranda. Tras la derrota de octubre por diez puntos debajo de Chávez, el joven político presentó la candidatura para la reelección en ese estado y la ganó, toda una proeza en medio del triunfo aplastante del oficialismo, que se impuso en 20 de los 23 estados. De diciembre a marzo, los acontecimientos se precipitaron: Chávez debió someterse a una nueva operación en Cuba y antes de viajar eligió a Maduro como su delfín en caso de que él no pudiera gobernar. El líder bolivariano regresó a Caracas a mediados de febrero y el 5 de marzo Maduro en persona informó la muerte de su mentor. Comenzaba una nueva campaña y para Capriles el desafío era mayor: superar la derrota de hace seis meses y ganarle al heredero político de Chávez.

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