EL MUNDO • SUBNOTA
En los últimos días, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, trató de lograr que el Congreso permita la reapertura del gobierno mediante discursos, advertencias y reuniones con los líderes parlamentarios. Y todo ha sido en vano. Ayer, el mandatario optó por una estrategia distinta: en mangas de camisa y acompañado por su vicepresidente, Joe Biden, salió a pie de la Casa Blanca y se trasladó –acompañado de periodistas, eso sí– hasta un restaurante cercano de comida rápida, donde improvisó un discurso dirigido de nuevo a la oposición republicana. “Estaré encantado de abrir negociaciones, pero no podemos hacerlo con un arma apuntando a la cabeza de los estadounidenses”, dijo el mandatario mientras decidía qué bocadillo pedir. “Nadie gana” con esta situación, subrayó. “No hay ningún ganador cuando tantas familias no saben si se les pagará o no”, agregó en referencia a los cientos de miles de funcionarios que desde el martes a la mañana están en una especie de paro forzado, dado que el cierre del gobierno les impide acudir a sus puestos de trabajo y, en muchos casos, cobrar. La elección del restaurante no fue casual. No sólo le da al presidente un aire más cercano —“Yo pago por Joe”, dijo Obama a los asombrados empleados, que no paraban de tomar fotos con sus teléfonos celulares—, sino que le sirvió para reafirmar su postura, ya que el local les hace un diez por ciento de descuento a los funcionarios suspendidos de paga mientras dure la impasse.
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