Sáb 02.03.2002

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Esta es la guerra

› Por Claudio Uriarte

Lo que ha empezado en los campos de refugiados palestinos de Nablús y Jenin en Cisjordania no va a terminarse en un día, ni en una semana, ni en dos. Este es, en efecto, el comienzo en regla de la verdadera guerra de Israel para la liquidación y desarme de las organizaciones palestinas radicalizadas: lo que hubo hasta ahora no fueron más que escaramuzas de retaguardia, y lo que va a haber a partir de ahora son incursiones en profundidad y de larga duración en un conflicto que el primer ministro israelí Ariel Sharon no puede darse el lujo de perder.
En más de un sentido, este emergente estuvo preparándose durante semanas y meses, hasta llegar cerca del punto de explosión. Dos hitos bastan para demostrarlo. Durante las últimas dos semanas, los palestinos habían estrenado nuevas armas, con el lanzamiento de misiles Qassam-2 –de seis a ocho kilómetros de alcance, y por lo tanto capaces de alcanzar cualquier ciudad israelí– y de una bomba repleta del poderoso nuevo explosivo norteamericano C-4, tan poderoso que destruyó un sofisticado tanque Merkava-3. “Nuestra pesadilla es un atacante suicida que venga a las ciudades y en vez de bombas de clavos lleve C-4 en su cinturón –confiaba en estos días un experto de seguridad israelí–. Los muertos hasta ahora no serían nada en comparación con lo que ocurriría entonces”.
Lo que lleva al segundo de los hitos de inflexión. Durante las últimas semanas, el número de muertos israelíes ha tendido a subir, y a emparejarse con el de los palestinos. Ayer, por primera vez en poco más de un año de gobierno, el primer ministro Ariel Sharon salió descalificado por una clara mayoría del 53 por ciento de los israelíes, en una encuesta realizada antes del inicio de las operaciones en Cisjordania –el jueves– y publicada ayer por el diario Maariv. Desde luego, estas operaciones -cuya planificación data de largo tiempo– no son el resultado de la encuesta, ni de la caída de popularidad de la figura de Sharon, pero es útil advertir que la mayoría de los israelíes protesta por la blandura y no por la dureza del primer ministro, rechaza liberar a Yasser Arafat o aceptar el plan de paz saudita, y claramente desplazaría a Sharon en favor de su rival de derecha Benjamin Netanyahu si hoy hubiera elecciones primarias en su frente centroderechista Likud.
Con estas operaciones, Sharon vuelve a ensayar la guerra del Líbano que condujo hace 20 años. Esa guerra logró sus objetivos de seguridad, por un período. Pero todo es por solamente un período.

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