Para el presidente George W. Bush, el ataque contra la mezquita de Alí es un “perverso acto de terrorismo dirigido a Hakim, a uno de los lugares más sagrados del Islam chiíta y a las esperanzas del pueblo de Irak de libertad, paz y reconciliación”. A su vez, y a tono con los repudios llegados de todo el mundo, el gobierno argentino “lamentó profundamente” el atentado y expresó “su gran preocupación ante la situación en Irak”.
En un comunicado emitido horas después de la explosión en Nayaf, Bush prometió que su gobierno, los funcionarios de seguridad en Irak y el Consejo de Gobierno provisional trabajarán “para determinar quién cometió este terrible ataque y llevarlos a la Justicia”. El presidente ofreció sus “más profundas condolencias” a los familiares de las víctimas y su simpatía a todos los iraquíes y a los chiítas de todo el mundo.
Bush pintó al ayatolá caído en el atentado como “un luchador que fue encarcelado y torturado por sus creencias religiosas por el régimen de Saddam Hussein, y pasó muchos años en el exilio. Su asesinato hoy, junto con el asesinato de muchos hombres y mujeres inocentes reunidos para orar, demuestra la crueldad y desesperación de los enemigos del pueblo iraquí”.
En un comunicado emitido ayer, la Cancillería argentina lamentó “profundamente” el atentado y exhortó a “que continúen los esfuerzos en pos de la conciliación de todas las comunidades de ese país y así puedan lograrse la armonía y la paz que permitan la reconstrucción, la preservación de su integridad y la instauración de un gobierno elegido por el pueblo iraquí”. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, dijo estar “consternado porque este incidente ocurrió justo después de las oraciones de los viernes en uno de los sitios más sagrados de los chiítas islámicos”. Los gobiernos de España, Francia y Alemania también deploraron el acto terrorista. El presidente de Irán, donde el ayatolá asesinado estuvo exiliado 23 años, repudió en términos durísimos el atentado y envió sus condolencias personales a la familia Hakim.