EL MUNDO • SUBNOTA
La imagen de José Castro llegando con su moto y su casco a los juzgados de Palma de Mallorca se hizo muy familiar para los españoles, que desde hace tiempo la ven con frecuencia en los noticieros. Del magistrado que procesó a la infanta Cristina se habla como el “juez justiciero”, el apelativo que ya hace tiempo empleó un fiscal para definirlo. “La Justicia es igual para todos”, proclamó él la primera vez que imputó a Cristina de Borbón, en abril de 2013. Aquella decisión fue anulada después por un órgano superior. Castro volvió a imputarla en enero de este año y al mes siguiente, la hija del rey Juan Carlos I llegaba a los modestos juzgados de instrucción de Palma de Mallorca para convertirse en el primer miembro de la familia real en ser interrogado por un juez. En la sala en la que testificó durante más de cinco horas frente a la foto de su padre, Cristina oía el bullicio de la calle: “Castro, amigo, el pueblo está contigo”. El juez se convirtió en un referente en una España en la que las instituciones, incluida la Justicia, sufren un gran descrédito ciudadano.
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