EL MUNDO • SUBNOTA › RESTAURAR LA TRANQUILIDAD EN JERUSALéN PODRíA LLEVAR MESES
› Por Ben Lynfield *
Un día después de que un ataque palestino contra una sinagoga de Jerusalén sacudiera el estado judío, el ministro de Seguridad Pública de Israel, Yitzhak Aharonovich, admitió ayer que podría tomar “meses”’ para que la policía pudiera sofocar los ataques que emanan de los barrios árabes de esta ciudad fracturada y llena de miedo. Aharonovich le dijo al sitio web israelí Ynet que las soluciones rápidas a través de la violencia no funcionan. Restaurar la tranquilidad, advirtió, podría llevar meses. Para calmar el sentimiento público de que hay que hacer algo de inmediato, las fuerzas de seguridad implementaron ayer la primera de una cadena planificada de demoliciones de las casas de familia de atacantes palestinos.
“El terrorista debe saber que vamos a responder con la fuerza a sus acciones”, le dijo el ministro de Finanzas, Yair Lapid, al Canal Dos de televisión después de que fuera destruida la casa de la familia de Abdul Rahman al Shaludi. Mientras tanto, los residentes árabes y judíos entrevistados ayer diferían drásticamente sobre las causas, la importancia y la moral del ataque a la sinagoga, el peor hecho de violencia en la ciudad en seis años. Los civiles de ambos lados tienen en común profundos temores acerca de su seguridad y una visión sombría del futuro.
Preguntado sobre el ataque a la sinagoga, Simon Benit, un especialista en sistemas de calefacción de Israel, dijo: “Mi pesadilla está sucediendo ahora porque tengo dos niños que crecen en un mundo de locura”. Benit dijo que se enteró del ataque, que mató a cuatro fieles y un policía, por la radio mientras llevaba a su hijo de siete años a la escuela. “Mi hijo me preguntó qué estaba pasando. Le dije que era un accidente. No le dije que había disparos en una sinagoga, porque nunca va a querer ir a la sinagoga de nuevo”.
En el otro lado de Jerusalén, Hiba Barakat, un estudiante de administración hotelera, dijo: “Tenemos miedo de que los judíos nos secuestren o maten o que la policía nos arreste. Tenemos miedo de ir a nuestra universidad”. Barakat es de Shuafat, el barrio de Jerusalén este que fue el hogar de Mohammed Abu Khdeir, un joven de 16 años, brutalmente asesinado por extremistas israelíes en junio. Sus temores se intensificaron esta semana cuando un colectivero árabe fue encontrado ahorcado en su vehículo en un barrio judío de Jerusalén. La policía israelí dice que una autopsia reveló que se trataba de un suicidio, pero los árabes están convencidos de esto fue un linchamiento. “Los colonos lo ahogaron, pero la policía los disculpa” dijo Shireen Hanan, un estudiante de administración de hoteles.
Gran parte de la violencia se desencadenó por la creencia entre los palestinos de que Israel está amenazando el lugar más sagrado del Islam, la mezquita de Al Aqsa. Aharonovich dijo que la culpa era la “incitación” por parte del presidente palestino, Mahmud Abbas, y de las redes sociales. “Ellos están activando en internet el terror que alienta los ataques”, dijo.
Aunque Benjamin Netanyahu, el primer ministro, dijo en repetidas ocasiones que Israel se comprometió a mantener el statu quo en el complejo de la mezquita, venerada por los judíos como el Monte del Templo, nadie entrevistado en Jerusalén este le cree. Los medios de comunicación palestinos pusieron de relieve las visitas provocativas en el sitio por los políticos de derecha que apoyan la institución de la oración judía en el complejo.
Tzipi Hotoveli, un viceministro del partido Likud de Netanyahu, dijo ayer que estas visitas continuarán y pidió la renuncia del jefe de inteligencia Yoram Cohen, quien pidió que no se hicieran más.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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