EL MUNDO • SUBNOTA
Un empleado se escondió bajo la bacha de la cocina de la imprenta y desde allí envió mensajes de texto a la policía informando de lo que hablaban y hacían los autores de la masacre en la redacción de la revista Charlie Hebdo, según reprodujo el diario El Mundo de España. Sus mensajes ayudaron sobremanera a los agentes, que pudieron infiltrarse en el lugar de los hechos. En la tienda kosher de la capital gala, el desenlace fue más dramático. El agresor, Amedy Coulibaly, fue acribillado por policías después de haber matado a cuatro rehenes. Según un testigo, hubo un momento en que el terrorista dejó su arma encima de un mostrador y un rehén se lanzó para tomar control de ella, con la mala suerte de que estaba encasquillada y no funcionaba (por eso la había abandonado el secuestrador). Entonces Coulibaly giró y lo mató a sangre fría. Según relató otro hombre atrapado con su hijo, cuando el terrorista entró a la tienda, un buen número de clientes empezaron a correr despavoridos hacia la parte de atrás del local, entre ellos, este padre y su pequeño. Allí, unas seis personas pudieron entrar en la cámara frigorífica, que un empleado musulmán cerró y desconectó. Agazapados y en silencio, esperaron el desenlace durante más de cinco horas, consiguiendo salir vivos de allí. Un rehén aseguró que fue su teléfono celular el que ayudó a los agentes a saber cuándo debían intervenir. Dijo que cuando Coulibaly les arrebató los celulares, él lo dejó encendido para que los policías pudieran escucharlo.
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