Lun 12.01.2015

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINIóN

Injustificable

› Por Estela Grassi *

El 14 de abril de 2014, en el internado secundario estatal de Chibok –una localidad del norte de Nigeria–, más de 200 jovencitas de entre 12 y 16 años fueron secuestradas por un grupo fundamentalista denominado Boko Haram, al que también se atribuyó el atentado de anteayer en ese país. El mismo día del secuestro, el grupo atacó una estación de autobuses en Abuya, donde murieron 75 personas y otras 216 resultaron heridas. En ese momento, en ese país, se preparaba el Foro Económico Mundial de Africa, que se realizó entre el 7 y el 9 de mayo en Abuya, en el que se reunieron economistas, políticos y filántropos. Se acallaron entonces las protestas y, aunque la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, y el director del Fondo para la Población de Naciones Unidas, Babatunde Osotimehin, declararon que “tenemos la responsabilidad de apoyar a los padres, al pueblo y al gobierno de Nigeria, y devolver a estas niñas a salvo a sus casas” y pedían “que todo el mundo se levante y tome medidas”, al día de hoy no hay mayores noticias sobre ellas en la prensa internacional reflejada en Internet. Sin embargo, el portal ABC informó el 10-1-2015 que la ONG Amnistía Internacional tiene noticias, aún no confirmadas, según las cuales recientemente Boko Haram habría producido un ataque en la ciudad de Baga con miles de muertos. Estas jóvenes mujeres no militaban en ninguna organización política ni feminista; no levantaban banderas por la libertad, la igualdad y la fraternidad; no dibujaban ni publicaban chistes que hirieran la sensibilidad religiosa de nadie. Estas jóvenes mujeres solamente cometían el “pecado” de estudiar en una escuela secundaria. Hay acciones que resisten a la comprensión, que escapan a la razón (desde ya) y que desbordan los contextos. Como aquellas imágenes de –también jóvenes– soldados norteamericanos que sonreían a la cámara durante las sesiones de tortura en la cárcel de Abu Ghraib, en Irak. También esas fotos que dieron la vuelta al mundo en mayo de 2004 recuerdan que los límites de la maldad humana son morales y que ella no tiene religión, ni sexo, ni ideología. Por eso, como bien dice Rudy (SátiraI12, 10-1-2015), cuando frente a los actos de esta naturaleza, como lo ocurrido con Charlie Hebdo en este principio de año, “no se justifica, pero...”, en ese “pero” siempre existe el riesgo de un último resto del trágico “algo habrán hecho” que, como bien conocimos los argentinos, halla una explicación a lo injustificable. Recordar a esas jóvenes que parecen haber sido olvidadas –por lo menos porque nadie informa qué fue de ellas– recuerda, a la vez, que lo injustificable no tiene explicación.

* Antropóloga, profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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