EL MUNDO • SUBNOTA
Isaac Herzog, el líder laborista que está primero en las encuestas en Israel, no se destaca por ser un político carismático ni por tener un glorioso pasado militar, pero en apenas unos meses se convirtió en la esperanza de la oposición para destronar al todopoderoso primer ministro Benjamin Netanyahu en las elecciones de mañana. Tras tomar en 2013 las riendas de un Partido Laborista desdibujado y en plena crisis, Herzog se dedicó a reconstruir los vínculos dentro del llamado campo de la centroizquierda sionista, es decir, todas las fuerzas que rechazan a los sectores de la derecha y religiosos, excepto los grupos políticos palestinos. “Mi objetivo más importante es reemplazar a Netanyahu. Trato de ganar y ganaré, seré el próximo primer ministro y no existe otra opción”, repitió una y otra vez el dirigente en las conferencias de prensa y los actos de las últimas semanas. Logró crecer en las encuestas, pese a que los sectores más radicales de Israel lo caricaturizaron luciendo una kufiya (pañuelo palestino) por sus declaraciones en favor de reabrir un diálogo de paz con Ramalá o como un chico asustado que se esconde detrás de su nueva socia, la ex ministra de Justicia de Netanyahu, Tzipi Livni.
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