Sáb 04.07.2015

EL MUNDO • SUBNOTA

Confederados

› Por Darío Pignotti

A la manera de los neoconfederados que en Estados Unidos asesinan a creyentes negros, en Brasil está germinando una derecha religiosa, pentecostal, intolerante, defensora de un modelo político y civilizatorio regresivo. Son antipetistas puros, homofóbicos, más o menos nostálgicos de la dictadura y claman por el impeachment. Esta semana, mientras la presidenta viajaba de costa a costa norteamericana, más de 300 diputados, liderados por el evangélico Eduardo Cunha del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), votaron por una reforma constitucional que permita la reducción de la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años. Días antes de hacerlo habían rezado en medio del recinto de la Cámara baja. Y en el Senado el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), del candidato derrotado en 2014 Aécio Neves y el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, impulsaba una ley que retira a Petrobras las atribuciones especiales en los megacampos de aguas profundas, accediendo al lobby de las petroleras extranjeras, en particular las norteamericanas. Fueron dos iniciativas destinadas a desgastar más el poder del Palacio del Planalto y generar las condiciones para una salida anticipada de Dilma, una apuesta exorbitada y poco realista, ya que no cuentan, según se desprende de los gestos de Obama, con el favor de la Casa Blanca.

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