EL MUNDO • SUBNOTA
Vuelos. Cómo narrar despertarse a las 3 de la madrugada para llegar al avión de las 6, que se sabía que estaría lleno de periodistas yendo de La Habana a Santiago de Cuba para seguir la gira papal. Pero llegó la hora y el avión no salía, hasta que por los parlantes se avisó que pasaría a las “12 meridiano”. Es decir, 6 horas más tarde, por nunca explicadas “razones operativas”. Luego se pospuso para las 14 y finalmente a las 15.30. El viaje a Santiago era de apenas una hora y, cuando estaba por aterrizar, avisaron que el aeropuerto estaba cerrado por motivos de seguridad dado que estaba llegando el Papa. El avión dio vueltas en círculo y como no le daban el permiso, se resolvió aterrizar en la vecina Holguín, para estupor de los periodistas que veían perder, enterito, su día de trabajo (o de vida). Exactamente cuando el avión se detuvo en Holguín, les dijeron que ya podían volver a Santiago. En definitiva, el vuelo que debía llegar a las 7 a.m. lo hizo a las 7 p.m. El Papa también convulsionó la isla desde el aire.
Términos. El papa Francisco logra sus mejores momentos cuando se aparta del discurso escrito e improvisa con tono intimista, como el cura de barrio que les habla a los feligreses. Cuenta anécdotas, muchas veces de su vida en Argentina, y no tiene problemas en utilizar términos cercanos al lunfardo. En realidad, fue el joven Leonardo Fernández quien habló el domingo de los “conventillos”, que Francisco luego retomó para criticar los distintos “conventillos” y “no encerrarse en los conventillos de la ideología”, hasta pronunció el improbable verbo “conventillear”. Los corresponsales extranjeros acudieron a los enviados argentinos en urgente auxilio para comprender el significado. No fue sencillo.
Corazón. La última actividad de ayer del Papa fue en la Basílica Menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, a la que volverá hoy. Al término de la oración, en medio de tanta liturgia, un coro de niñas sorprendió a Francisco con una interpretación de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez.
Sala. Las salas de prensa en La Habana son cómodas, tienen buena estructura y excelente –por momentos excesiva– refrigeración. Para conseguir una acreditación hubo que pagar 100 CUC, el equivalente a 120 dólares. Pero eso no es lo más grave, sino la insufrible versión en piano del Ave María que suena a alto volumen por los parlantes entre actividad y actividad del Papa. Y los encargados del audio no quieren entrar en razones.
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