EL MUNDO
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Decisión de los comuneros
Por M. D.
Desde La Paz
En Saqui Saqui, un pueblo en el que son tan visibles las huellas de la colonia como de la cultura aymara, Luciano Mejía Orequene luce orgulloso su poncho de finas rayas rojas y negras y una chalina marrón acomodada como un estandarte sobre el pecho. El poncho su bandera, la chalina su medalla. Así describe este Jila Kata su atuendo ritual, el símbolo del servicio que este año, de enero a enero, esta dando a su comunidad resolviendo problemas de familia, peleas entre compadres, tributos a la Pachamama y también claridad a la hora de participar en el referéndum. “Nos hemos reunido los Jila Katas de 13 comunidades del altiplano para tratar de entender desde el corazón cómo tenía que ser nuestro voto. Escuchamos a Morales, a Quispe, a los enviados del gobierno. Pero tomamos nuestro propio camino: sí a la primera, sí a la segunda, en blanco la tercera, no a la cuarta y en blanco la quinta.” En Calamarca otro hombre tan engalando como él sostenía la misma decisión aunque cien kilómetros los separaran. Ellos no saben si su complicado esquema de decisión, que obedece a apoyar lo que creen y abstenerse cuando no entienden, será respetado. Pero ahí están en el centro de la plaza de sus pueblos, vestidos de fiesta y dispuestos a dar ayuda. Como a castigar, que para eso llevan un chicote en la muñeca o la espalda “para huesquear” al que delinque. Aunque, dicen, ese es un castigo leve. El grave es la expulsión del pueblo, ser descastado. “Lo de Ayo Ayo –dice Luciano– no lo hicieron los aymaras organizados, eso no es lo que hacemos.”
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