Cifras oficiales divulgadas ayer dicen que Florida, uno de los estados indecisos que son clave para las elecciones norteamericanas del 2 de noviembre, registra más de un millón y medio de nuevos votantes desde los comicios de 2000, donde un polémico recuento de votos retrasó la proclamación del vencedor por 36 días, al cabo de los cuales una Corte Suprema de mayoría conservadora entregó las llaves de la Casa Blanca a George W. Bush. En 2000, el estado tenía 8,75 millones de votantes inscriptos, de los cuales 3,8 millones eran demócratas y 3,4 millones eran republicanos. Ahora, en cambio, 4,6 millones están registrados como demócratas y 3,89 millones como republicanos, y ya se está votando para evitar manejos sucios con los padrones. También se informó que en Ohio, otro estado oscilante clave, la Justicia negó posibilidad de postularse al independiente Ralph Nader, por no haber reunido el suficiente número de firmas como para quedar inscripto.
Estas son noticias muy promisorias para John Forbes Kerry y su Partido Demócrata. En EE.UU. el voto no es obligatorio, y los interesados en votar deben empadronarse antes de hacerlo. Históricamente, los que votan son los que más tienen, y la participación tiende a bajar a medida que se acerca la base de la pirámide social. Por eso, un aumento del número de inscriptos bajo una administración que ha aumentado el número de pobres, precarizado a la clase media y blue collar y que ha sido la primera desde la Gran Depresión en perder empleos es una mala noticia para W. y sus amigos, ya cerca de su tope de posibles nuevos votantes empadronables y cuyos miembros –notablemente la derecha cristiana– figuran entre lo más militante y concurrente del espectro electoral. También es buena noticia la baja de Nader en Ohio, ya que el ecologista muerde más dentro del espectro progre y ayudó a la derrota de Al Gore en 2000.
Pero esto no debe entusiasmar demasiado, porque los cambios operados por W. son demasiado profundos. Estas siguen siendo elecciones entre candidatos sin ideas sobre la economía (ver suplemento Cash, p. 7), y entre un opositor que propone una internacionalización de Irak que nadie compra y un “presidente de seguridad nacional” que, se supo, quiere nombrar como jefa del Pentágono a Condoleeza Rice, la funcionaria que, según emerge de una investigación del New York Times, inspiró la orden de desbandar al ejército iraquí, y así arrojar a 350.000 hombres armados y con formación militar a las calles, a la delincuencia y a la resistencia, convirtiendo a Irak en el país sin ley y el nido de terroristas que nunca había sido antes.