EL MUNDO
• SUBNOTA › EL PASO DEL POSCOMUNISMO A LA POSMODERNIDAD
Dos Ucrania para un solo Viktor
Por Mercedes
López San Miguel
Luego de una fallida elección presidencial, protestas masivas y pacíficas y la decisión de la Corte Suprema de desechar los resultados del 21 de noviembre que daban vencedor al actual premier ucraniano, sumado a la revelación de que el candidato opositor había sido envenenado, la segunda vuelta bis resultó un acto decisivo en el drama político de la ex república soviética. Los resultados de ayer inclinan la balanza en favor de una Ucrania que reforzará sus lazos más cercanos con Occidente en detrimento del retorno a la órbita de la ex potencia colonial, Rusia.
El “Viktor victoria” tendrá por delante un complejo escenario para gobernar el posmovimiento popular conocido como “Revolución Naranja” –color de campaña del opositor y transfigurado Viktor Yuschenko, envenenado en lo literal (con dioxina) y en lo simbólico por el reclamo de fraude–: cientos de miles de personas lo acompañaron estacionados por más de dos semanas en las calles de la capital, Kiev, calentando las gélidas temperaturas. La campaña puso de relieve la profunda escisión social y política de la población. Una nación de 48 millones de personas, una parte que mira a Occidente –hacia la expansión al este de la Unión Europea y la OTAN– y otra que legitima la aserción cada vez mayor de Rusia –ex fuerza dominante en la era soviética. La primera apoya a Yuschenko, un economista liberal, ex presidente del banco nacional y primer ministro. Mientras, el respaldado por el Kremlin y actual premier, Viktor Yanukovich, pone el énfasis en estrechar los vínculos del país eslavo con Moscú como forma de mantener la estabilidad. Lo siguen quienes viven en la región industrial y minera del este. Los Viktor prometieron luchar contra la pobreza, que persiste a pesar de un crecimiento anual del 9,4 por ciento, de un PBI per cápita de 5400 dólares y un desempleo del 3,7 por ciento.
La elección abrió una grieta entre las regiones del este pro-Moscú cuyo lenguaje es el ruso, frente a la cosmopolita Kiev y el oeste, donde el nacionalismo es tan fuerte como fue su apoyo al candidato de los naranjas. El voto echó luz a dos visiones distintas de administrar la nación en el siglo XXI. Todo indica que ha vencido el fervor nacionalista de poner fin a la década pro-rusa que empezó con la independencia de la Unión Soviética, en 1991.
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