EL MUNDO • SUBNOTA
Varios países europeos ya notan considerables caídas en el aprovisionamiento de gas ruso. Moscú dijo que iba a respetar el servicio y aumentó el bombeo de 95 millones de metros cúbicos de gas.
› Por Ricardo M. De Rituerto *
Desde Bruselas
Europa comenzó a notar considerables caídas en el aprovisionamiento de gas ruso, con picos de hasta el 40 por ciento en Hungría. Los más afectados eran los países del centro y Este, para los que Rusia ha sido un tradicional abastecedor. Algunos gobiernos, como el alemán, el italiano o el francés, hicieron manifestaciones tranquilizadoras, mientras la Comisión Europea observaba la evolución de los acontecimientos y esperaba la reunión de expertos nacionales convocados mañana en Bruselas. “Tratamos de saber la situación exacta. Las informaciones que llegan no son todas fiables”, dijo una portavoz.
La situación se iba agudizando conforme pasaban las horas y al caer la noche distintos países daban cuenta de sustanciales recortes en los suministros de gas ruso. El más afectado era Hungría, con un desplome del 40 por ciento en su aprovisionamiento regular –aunque luego Moscú dijo haberlo normalizado–. Austria, Eslovenia, Eslovaquia y Croacia certificaban rebajas de hasta un tercio, seguidos de Francia e Italia, en torno del 25 por ciento, y Polonia, con el 38,5 por ciento. Los técnicos explicaban que estos descensos estaban relacionados con la menor presión en los gasoductos producida por la eliminación del flujo de gas destinado a Ucrania, pero en general las cifras eran desconcertantes. Bulgaria, la República Checa y Rumania hablaban de plena normalidad.
Martin Bartenstein, ministro de Economía de Austria, que ocupa la presidencia de la Unión durante este semestre, declaró que esperaba tener anoche una primera idea de la auténtica situación en el continente. Austria depende en un 60 por ciento de su consumo del gas ruso, pero la primacía de la dependencia es de los checos, con un 75 por ciento. La sensación de amenaza debería estar directamente con la dependencia del aprovisionamiento ruso, pero no era el caso.
Las situaciones eran tan variadas como la propia Unión. Holanda es el único país autosuficiente entre los Veinticinco, gracias a sus yacimientos en tierra y en la costa, que quiere incrementar pese a las protestas de los ecologistas. Bélgica, como España, no importa gas ruso y países que han sentido una notable caída en el aprovisionamiento, como Alemania o Francia, hablaban de contar con reservas suficientes o del muy relativo peso de ese gas en la cobertura de sus necesidades. Según el ministro francés de Industria, François Loos, si su país perdiera todo el aporte ruso “estaríamos afectados como máximo por una reducción del 4 por ciento, y un 4 por ciento se puede absorber con los otros contratos que tiene Gaz de France”, la empresa estatal.
El gobierno italiano también se apresuró a quitar drama a la situación. Italia es el tercer mercado europeo para el gas, tras británicos y alemanes, y el segundo cliente de Gazprom, tras Alemania. “No hay motivo de alarma. Hay suficientes existencias”, declaró Paolo Scaroni, máximo responsable de ENI, el ente italiano importador de gas. Scaroni habló de contar con 15 días de reservas, mientras desde Berlín se elevaba la cifra hasta los 75, suficiente para pasar todo el invierno sin gas ruso. “Estoy en continuo contacto con la industria gasista alemana y me asegura que, por ahora, no hay motivos de preocupación”, señaló el ministro germano de Economía, Michael Glos. “Es muy importante tener en cuenta que el aprovisionamiento invernal está garantizado”. Es en el Reino Unido donde más se ha resaltado el riesgo de la dependencia del gas. Los británicos son los europeos que más explotan esta fuente energética, incentivados por unos yacimientos de crudo y gas en el Mar del Norte, cuya producción ya flaquea. Tras años de bonanza, las islas se convirtieron en 2004 en importadores netos de gas, aunque el de procedencia rusa no llega al 2 por ciento del total consumido.
El conflicto ruso-ucraniano da renovado impulso a la estrategia de Tony Blair de volver a la energía nuclear. En su comparencia de octubre ante el Parlamento Europeo en Estrasburgo, horas antes de la cumbre de Hampton Court, el primer ministro británico apuntó a la energía nuclear como fuente alternativa, pensando en aquel momento en la carestía del barril de crudo. A finales de noviembre anunció que su gobierno se proponía reexaminar la política energética y, en contra de lo reiterado en 2003, habló abiertamente de construir nuevas centrales nucleares en el país.
En esa misma idea abundó el germano Glos. Durante su primera Legislatura, la coalición de socialdemócratas y verdes que dirigía Gerhard Schroeder, decidió el cierre de una veintena de centrales nucleares en Alemania. “Hay que volver a reflexionar sobre qué se puede hacer para no ser dependiente del suministro”, apuntó el ministro de Angela Merkel.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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