EL MUNDO
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La integración a gas
La nueva riqueza de Venezuela y Bolivia y su impacto en la política regional. El gas, un combustible de muchos mercados y muchos precios. Lo que espera Argentina de Evo. Lo que espera darle. Chávez el petrolero vs. Chávez, el gasista.
› Por Mario Wainfeld
El gas, riqueza que puede viabilizar las economías y las sociedades de Bolivia y Venezuela, no es un commoditie pasible de ser vendido en cualquier lugar del mundo a precio uniforme. El barril de petróleo o la tonelada de soja tienen un mercado mundial único. El gas, básicamente, se puede vender en mercados regionales y su precio es muy variable en función de los costos de traslado, vía gasoducto o por barco. El futuro político de Hugo Chávez y el de Evo Morales dependen de su política enérgica, que puede (debe ser) un factor anticipatorio de la siempre esquiva unidad de la región. Esa región donde las centroizquierdas se obstinan en ganar elecciones y en encarnar (para azoramiento de surtidas derechas) la mejor chance de gobernabilidad. Esa región donde Estados Unidos, por sus desmesuras, sus errores y sus prioridades geopolíticas ulteriores al 11-S, tiene el menor peso político que se haya conocido desde hace un siglo.
El modo más usual y económico de transporte son los gasoductos, ya que licuarlo para trasladarlo por vía marítima es carísimo. Aun el lector más profano entenderá que un gasoducto no se construye de un día para el otro, que cuesta lo suyo y que requiere planificación por muchos años. El negocio gasífero, dicen los especialistas en la materia, es como un matrimonio perdurable cuyo estudiado noviazgo insume añares. Así las cosas, con los fierros de los gasoductos como anillos matrimoniales, compradores y vendedores establecen lazos difíciles de desbaratar porque hay mucho capital instalado en juego. Ese factor induce a integrantes del MAS boliviano y del gobierno argentino (consultados por este diario) a creer que las empresas extranjeras radicadas en el país del Altiplano no se han de ir fácilmente, aunque les cambien mucho las condiciones vigentes. El valor de sus instalaciones, su “costo hundido”, es demasiado grande como para tener respuestas pasionales o para enconarse excesivamente por una época de vacas flacas. Eso no quiere decir que las susodichas empresas, y los susodichos gobiernos, no vayan a buscar hacer lobby en la Constituyente de este año, que puede reformar el régimen legal de hidrocarburos y que muchos especialistas consideran tan relevantes como la aplastante elección que acaba de ganar Morales.
- Necesidades mutuas: Bolivia fue millonaria en estaño y su población no salió de la pobreza. La plata también se evaporó o, mejor dicho, enriqueció a sus elites y a capitales foráneos. El gas ha resituado a Bolivia en el mapa mundial. Es una tercera oportunidad que su primer presidente indígena no debería dejar pasar. “Hace unos años Bolivia era, aunque no lo dijéramos, un país irrelevante. Mirábamos sus permanentes crisis con distante piedad y emitíamos comunicados formales apoyando su reivindicación de salida al mar. Pero en el fondo, sus estallidos no importaban porque se juzgaban inocuos para el equilibrio regional. Ahora, con el gas, su volatilidad política –bromea apenas un funcionario internacional sureño– es un problema de primer nivel en la agenda nuestra y de Estados Unidos.”
El gas, casi huelga decirlo, no es un bien con el que se pueda hacer stock. Debe fluir y el flujo debe venderse. Los vecinos, los compradores naturales del gas, necesitan a Bolivia y Bolivia los necesita. De ahí a que haya políticas consistentes a largo plazo media un campo, pero la perspectiva existe.
- ¿A cuánto? Como ya se dijo, no hay un mercado único de gas ni, por ende, un precio mundial. Las aseveraciones del presidente electo de Bolivia exigiendo el mismo valor que se paga en California, dicen diplomáticos de Argentina y de terceros países del subcontinente, es sólo un planteo para negociar. El gas boliviano ya es costoso para Argentina, cuyo mercado no podría solventar el valor sideral vigente en Estados Unidos.
Los funcionarios argentinos toman con calma las declaraciones de Morales y confían en que la excelente relación que han urdido con él casi desde que Néstor Kirchner inició su mandato rinda sus frutos. Chato Peredo, uno de los principales cuadros del MAS, candidato a tener un cargo de postín en el gabinete de Morales, es un contertulio habitual de varios funcionarios argentinos, en especial de Julio De Vido, a quien ha visitado con sorprendente habitualidad en estos años.
Amén de las buenas ondas y de la solidaridad precursora, hay razones prácticas que abonan un cierto optimismo del Gobierno. Argentina, ponderan en Infraestructura y en la Rosada, podría contribuir mucho en una tarea inevitable que espera a Morales. En Bolivia casi no hay redes domiciliarias de gas. El acceso al fluido es, como casi todo, monopolio de minorías muy concentradas. El gobierno de Kirchner, de la mano con empresas del sector radicadas en Argentina, aspira a servir de mediador entre la necesidad de millones de bolivianos y su propia riqueza. El tendido de redes, el despliegue de automotrices con rodados de combustión a gas, la promoción de una tarifa social podrían contar con apoyo técnico y comercial de Argentina, suponen.
Claro que el interés empresario no es filantrópico ni se superpone, de modo sencillo, con el del Estado nacional. Más de un funcionario recela por ejemplo de la conducta dual de Repsol que tiene un pie en Bolivia y otro acá. “Ojo con los gallegos –alertan, ejemplifican–, que pueden hacer palanca en Bolivia para que el precio del gas suba e impregne el que hay acá, mucho más accesible.” Muchos mercados, muchos precios, mucha política.
- Dos combustibles, dos políticas: Morales jugará buena parte de su suerte futura en su política energética. Chávez lo viene haciendo desde hace mucho. Su canciller, Alí Rodríguez Araque, es un especialista en la materia, tanto que fue secretario general de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) durante dos años, hasta 2002. No eran ésos los actuales tiempos de precios siderales del oro negro y es fama que el hombre (abogado y ex líder guerrillero en los ’70) se desempeñó brillantemente.
Chávez no expande sólo discursos boliviarianos, también hace política con los combustibles. Venezuela nada en petróleo desde décadas atrás, pero la irrupción del gas es más reciente. La diferencia de comercialización entre ambos condiciona las tácticas de Chávez, que no tiene empacho en vender enormes cantidades de petróleo a Estados Unidos, pero que rehúsa la tentación de casarse con el gas. Ya se dijo, la venta de un commoditie se puede discontinuar de un día al otro y encontrar otro cliente, en cualquier latitud y al mismo precio. Con el gas, que Estados Unidos podría absorber como una esponja, es muy otra cosa. De ahí que Chávez se oriente a relaciones que pueden parecer estrambóticas pero son muy sagaces: proveer de gas a países de América Central, eventualmente subsidiando el precio, para ganar adhesiones (o de mínima atenuar enconos) en una zona muy porosa a la influencia americana o mexicana. En igual sentido, no sólo como comercio sino como cabecera de playa de una relación estable más vasta, debe entenderse el faraónico proyecto de gasoducto a Brasil y Argentina, del que hasta ahora se tienen anuncios imprecisos. Muchas preguntas quedan abiertas: ¿quién pagará las instalaciones? ¿Cuál será la traza de esa nueva Buenos Aires-Caracas? ¿Quién subsidiará el precio del fluido que sería carísimo para nuestros valores locales?
- Dame fuego: Mucha planificación, mucha anticipación, gran inversión a largo plazo, el negocio del gas puede jugar anticipando la integración regional de la que es parte. Bolivia, especialmente, y Venezuela pueden ser proveedores de Argentina y Brasil, los dos países de más peso de la región, los que pueden hacerles de chasis en caso de presiones externas o crisis internas. La existencia de intereses comunes (aunque para nada idénticos) añade novedad a las perspectivas de Sudamérica, el lugar del mundo más propicio a los progresismos en 2005 y el que sigue siendo el más desigual del globo terráqueo. Chávez y Evo tienen discurso rupturista, de los que ya hubo antaño, pero también cuentan con recursos que pueden servir para articular con sus vecinos. Es una novedad respecto, por ejemplo, de las épocas del estaño o de la plata.
Nada de eso supera el rango de una estrecha oportunidad. No es todo, es más que otras veces, es lo que hay.
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