Lun 16.01.2006

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Ganándose a sí mismos

› Por Claudio Uriarte

Lo verdaderamente notable de lo ocurrido ayer en Chile es que la Concertación por la Democracia lleva 16 años ganándose a sí misma (primero fueron los democristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, luego los socialistas Ricardo Lagos y ahora Michelle Bachelet). ¿Será, como dicen los ingleses respecto del segundo matrimonio, un triunfo de la esperanza contra la experiencia? No del todo, al menos en la medida en que la vacuidad de la esperanza (todavía incumplida) de reformas sociales tiene como contrapesos una economía exitosa, y una derecha que todavía parece lastrar con la experiencia de la era Pinochet: una suerte de pinochetismo light, sin represión pero con aún más liberalización de mercados. En este sentido, Chile ha votado ayer por el continuismo con esperanza.

Las cifras son contundentes. La candidata socialista ganó por unos siete puntos porcentuales contra su desafiante, el empresario derechista Sebastián Piñera, una especie de Mauricio Macri trasandino. El carácter conservador de la sociedad chilena ha sido repetidamente señalado. En este sentido, puede interpretarse que los chilenos han elegido quedarse con lo razonable que tienen (una coalición que ha ido progresando lentamente en la desaparición de las prerrogativas autoritarias de los militares, así como promesas –también razonables– de mejoras en la redistribución de ingresos) contra propuestas neoliberales que admitieron y aun elogiaron esos progresos, así como la necesidad de medidas redistributivas, pero cuyos portaestandartes (Sebastián Piñera y, en segundo plano, Joaquín Lavín) seguían manchados por sus asociaciones con el pinochetismo, y cuyas propuestas de mayor apertura de mercados lucieron como un peligroso salto al vacío, reminiscentes de las medidas aplicadas en los ’70 por los Chicago boys, que produjeron una euforia temporaria pero en definitiva condujeron al aumento de la marginalización social y a la explosiva crisis de la deuda de 1982.

Dentro de este renovado triunfo concertacionista, una novedad relevante se destaca: que su protagonista haya sido una mujer, que además prometió que una mitad de su gabinete estará integrado por mujeres. Esto puede parecer irrevelante o meramente simbólico (Margaret Thatcher, Condoleezza Rice y ahora Angela Merkel, después de todo, también son mujeres) pero no tanto en una sociedad machista, y donde la candidata electa, ex ministra de Defensa, es también la hija de un militar torturado hasta la muerte por la dictadura de Pinochet.

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