EL MUNDO • SUBNOTA › COMO ES EL TORY DAVID CAMERON
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Es joven, enérgico, telegénico y ha logrado lo que no consiguieron los últimos cuatro líderes conservadores: inspirar miedo en los laboristas. Desde que asumió la jefatura partidaria el pasado 4 de diciembre, David Cameron ha transformado un paisaje político que parecía monopolizado por el pragmatismo gubernamental laborista y la absoluta inoperancia de la oposición. Entre los conservadores existe la creciente convicción de que es el mesías que los llevará a esa tierra prometida que perdieron hace casi diez años: el gobierno. Los escépticos consideran que su popularidad es un fenómeno pasajero que se disipará con el tiempo y el inevitable desgaste de la novedad. Por el momento Cameron puede exhibir un sorprendente éxito con las mujeres que, como decía Mao Tse Tung, sostienen la mitad del cielo. En una reciente encuesta para la revista New Woman, fue el único político que figuró entre los 100 hombres más sexy del planeta.
Habilidad política nadie le niega. David Cameron fue electo al parlamento en 2001 y desde entonces tuvo una carrera fulgurante. De la noche a la mañana se convirtió en líder de los conservadores, el partido que dominó la política británica del siglo XX, venciendo a candidatos con más experiencia y presencia pública. Desde entonces, en poco más de dos meses ha provocado un terremoto en la escena política británica. Entre los laboristas logró lo que nadie consideraba posible: que el primer ministro Tony Blair y su número dos, el ministro de Economía Gordon Brown enterraran una rivalidad de años para hacer frente al nuevo desafío conservador. Entre los liberal demócratas, el tercer partido en disputa, el impacto fue más devastador aún. La llegada de Cameron precipitó la caída de su ex líder Charles Kennedy, a quien sus colegas decidieron no perdonarle más sus excesos con la botella, y un conflicto aún no resuelto entre la derecha y la izquierda partidaria.
La estrategia de Cameron es simple y proviene de un diagnóstico realista. Después de nueve años de una deslucida oposición de derecha, propone un Partido Conservador más centrista y plantea hacer lo que Tony Blair hizo con Margaret Thatcher: robar el ropaje político y retórico de su exitoso rival disfrazándolo con los propios colores partidarios. Cameron se ha apartado del credo que impuso la Dama de Hierro en los ’80: privatización de todo bajo el sol y reducción de impuestos, en especial para los sectores más ricos de la sociedad. No bien asumió como líder de la oposición, Cameron declaró que los servicios públicos básicos “salud, educación” eran bienes públicos inalienables. En materia social se mostró abierto en temas alternativos –gays, drogas– y nombró como asesor en asuntos de pobreza global al músico Bob Geldorf, organizador de los conciertos de Live Aid. En temas ambientales eligió como portavoz al respetado y fotogénico multimillonario “verde” Zac Goldsmith.
De Blair ha tomado el estilo: su puntilloso cuidado de la imagen pública, su lenguaje vago, genérico y vistoso. Más joven que el primer ministro laborista al asumir este su puesto –Cameron tiene 39 contra los 41 que tenía Blair cuando llegó a la cima partidaria– cultiva un perfil que combina la cuna distinguida y ciertos hábitos modernos del británico promedio. Miembro de la aristocracia, posiblemente emparentado con la reina por las innumerables redes que tejen los ancestros, tuvo una educación de élite (Eton en la secundaria, Oxford en la Universidad), pero, al mismo tiempo, va en bicicleta a la Cámara de los Comunes, dice preferir la cerveza al champagne y su álbum favorito es The queen is dead, compuesto por los Smiths en los ’80. Hasta su breve flirteo con las drogas –se supone que consumió cocaína en la Universidad– le ha servido paralabrarse una imagen entre osada y populista. No en vano Cameron fue el jefe de comunicación durante siete años de Carlton, una importante productora de televisión.
El repunte de los conservadores en las encuestas ha premiado hasta el momento este aire renovador. Después de muchos años de seguir de lejos a los laboristas, algunas mediciones lo llegaron a poner por delante del primer ministro Blair en los índices de popularidad. El gran interrogante es si se trata de una brisa con el fugaz encanto de lo novedoso o de un imparable vendaval. El prestigioso semanario conservador The Economist lo planteó en términos muy claros. Según la revista, Cameron ha conseguido que a los británicos les vuelva a gustar el líder del Partido Conservador, pero a partir de esta breve luna de miel le toca lo más difícil: mostrar al electorado que tiene algo real que ofrecer.
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