EL MUNDO • SUBNOTA
› Por M. L. S. M.
Serio y sereno, dos rasgos que Romano Prodi ha capitalizado en la campaña para diferenciarse del mediático y belicoso Silvio Berlusconi. El líder de centroizquierda, el académico, “Il Professore”, la falta de un gran carisma la compensa con criterio y rigurosidad en una ecuación sólida. Ex profesor de Economía, de hablar pausado, le gusta escuchar antes que formular promesas grandilocuentes, mostrándose cerca de la gente. Recorrió Italia en micros de línea para convencer a sus potenciales votantes.
“Llevemos la seriedad al gobierno”, fue su lema de campaña, que expresa la voluntad de una gran parte de la sociedad italiana harta del estilo farandulesco de Berlusconi y de sus promesas nunca cumplidas en los cinco años de gobierno. Ante la alicaída economía del país –con crecimiento cero, productividad rezagada y un déficit presupuestario de un 4,1 por ciento del PBI en 2005, sumado a una generación de empleos precarios y temporarios–, el programa de la Unión se limita a engendrar una gestión que permita el regreso al progreso de la rica Italia. Apunta a controlar el déficit, recortar los costos laborales, combatir la evasión fiscal e invertir más en educación. Prodi juró y perjuró durante la campaña que no aumentará los impuestos: “Al contrario, rebajaremos los que pagan los trabajadores y las clases medias”, dijo.
El líder del centroizquierda ha insistido con que para concretar las reformas necesarias intentará conseguir el apoyo tanto de los líderes empresarios como de los más poderosos sindicatos. Pero lo intentará a la cabeza de una amplia y heterogénea coalición de partidos que abarca desde los comunistas de línea dura hasta los partidarios del libre mercado.
En el plano internacional, este eurócrata propone restaurar los estrechos lazos tradicionales de Italia con los socios europeos y abandonar la alianza con Estados Unidos que llevó a la participación de Italia en la guerra de Irak, a la que siempre se opuso. Es partidario de impulsar un acuerdo general entre la Unión Europea y el Mercosur, acercando Italia a América Latina.
Prodi nació en 1939 en Scandiano, es el octavo de una familia de nueve hijos, siete de los cuales se convirtieron en profesores universitarios. Estudió leyes y economía en Milán, Bolonia y la London School of Economics; le gusta pasear en bicicleta y leer a autores como Dostoievski y Tolstoi. Está casado con Flavia Franzoni, con quien se conoce desde la infancia y comparte la pasión por la economía.
En 1994 Prodi, militante de la Democracia Cristiana, dimitió a la presidencia del Instituto para la Reconstrucción Industrial –tras su breve paso por la cartera técnica de Industria y Comercio del gobierno de Giulio Andreotti– a los pocos días de formar gobierno el magnate de los medios de comunicación, Silvio Berlusconi, vencedor de las elecciones con su partido Forza Italia, que duraría meses.
Debido a la derrota, la izquierda comenzó su reestructuración. En 1995 Prodi se ofreció para liderar el centroizquierda y llevarlo al gobierno por primera vez desde la proclamación de la República en 1946. En las semanas siguientes se concretó El Olivo, coalición centroprogresista con vocación permanente y amplia base partidaria. En 1996 el líder del Olivo le ganó a Berlusconi, pero dos años después dimitió ante la oposición de Refundación Comunista a su presupuesto.
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Provocador, explosivo, egocéntrico hasta la médula, el multimillonario magnate de los medios Silvio Berlusconi se aferra al trono de Italia. Alguna vez dijo: “Nadie puede compararse conmigo, ni en Europa ni en el mundo”. Contradictorio, en esta campaña él se comparó en una misma semana con Napoleón, Churchill y hasta con Jesucristo. En los cinco años como jefe de gobierno, no pudo cumplir la promesa de “un nuevo milagro económico italiano”. Es más, los números ilustran un cuadro de estancamiento de la economía de ese país.
El hombre más rico de la península cimentó su popularidad como ambicioso empresario, aunque eso conllevara la acusación de que no separa sus intereses privados de sus obligaciones públicas y fuera procesado por contribuir a la corrupción de jueces. El zar de la TV no ahorra la violencia verbal para defenderse o atacar a su oposición de centroizquierda. Hace pocos días no dudó en calificar de coglione (boludo) a los votantes de izquierda y de asegurar que en la China de Mao Tse Tung a los “niños se los comían”, como forma de atacar a los comunistas que integran al coalición opositora que llevó como postulante al ex primer ministro Romano Prodi.
Aunque su apodo más conocido es el de “Il Cavaliere”, añadió hace podo el de “el caimán”, calificativo que procede de una película realizada por un cineasta de izquierda que criticó su gestión de gobierno. “Caballeros, yo soy el caimán y los haré picadillo”, disparó este showman el 26 de marzo a sus adversarios en un encuentro de su partido, Forza Italia, con un dudoso sentido del humor. En sus ratos libres cuenta chistes que –comentan– son bastante malos.
Siempre bronceado y vestido con los trajes más caros, el multimillonario de 69 años se preocupa por exhibir su mejor imagen pública para lo cual se realizó implantes de cabello y varios liftings. Y tiene a su lado en segunda nupcias a la despampanante actriz Veronica Lario.
Este hombre de negocios que ingresó a la vida política en 1994 predica en favor del libre mercado y la iniciativa privada. Bajo su gobierno, la performance económica de Italia fue, como poco, decepcionante, con el PBI creciendo sólo un 0,1 por ciento en 2005 y a un promedio anual del 0,8 por ciento desde que el zar de los medios se dedicó a la política y asumió la primera magistratura, en 2001.
Su habilidad –¿o desfachatez?– para ganarse la vida se retrotrae a su juventud. Hijo de un empleado bancario de Milán, Berlusconi se costeaba sus estudios de Derecho como cantante a bordo de cruceros. Como empresario de la construcción y de los medios fue amasando una enorme fortuna de más de 12.000 millones de euros (14.700 millones de dólares) que lo coloca como el hombre más rico de Italia. Es dueño de los tres principales canales privados de televisión y el club de fútbol Milan.
Berlusconi sorteó con éxito las acusaciones de corrupción contra su gobierno. Il Cavaliere, a los 13 meses de gobierno, y contando su coalición de centroderecha con mayoría absoluta en ambas cámaras, logró dar luz verde a una ley “salvaprocesos” –así denominada por la oposición– que establecía la “legítima sospecha” de parcialidad de los jueces y permitía cambiar de sedes los procesos judiciales. Justo cuando estaba siendo procesado por corrupción en Milán. Ahora, el caimán dice que no se va.
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