EL MUNDO • SUBNOTA › HISTORIA Y RECLAMOS EN LAS CARCELES PAULISTAS
› Por Juan Arias *
Desde Río de Janeiro
No se conoce cuándo ni cómo surgió el grupo Primer Comando de la Ciudad (PCC) que actúa en San Pablo, dentro y fuera de las cárceles y que se disputa territorio con otro grupo denominado Comando Rojo (CR). Surgió probablemente en los años ’90, en el Centro de Rehabilitación Penitenciaria (CRP) de Taubaté, a 134 kilómetros de la capital, donde eran trasladados presos con cierto liderazgo en la población carcelaria.
Se calcula que son unos 768 los que componen el comando dentro de las cárceles, pero es imposible conocer cuántos actúan fuera, aunque siempre han demostrado poder. No es ésta, en efecto, la vez primera que el PCC pone de rodillas a la ciudad. El 18 de febrero coordinó 29 rebeliones simultáneas, con un balance de 30 muertos, la mayor parte entre bandas rivales. En 2003, durante más de una semana, fue responsable de ataques contra decenas de comisarías de toda la ciudad con ametralladoras, bombas de mano, escopetas y pistolas. En aquella ocasión hubo sólo tres policías muertos, porque la estrategia era sólo de “aviso”. Esta vez han ido más a fondo, desencadenando una verdadera guerra.
El actual cabecilla del PCC es William Herba Camacho, conocido con el apodo de Marcola. Está detenido por atracos a bancos. Tomó el liderazgo de la banda criminal en 2002. Ya ha pasado por 10 cárceles diferentes, pero en ninguna de ellas ha perdido la condición de jefe máximo. En un principio parecía más bien un moderado dentro del comando, pero ha sido bajo su liderazgo cuando se llevaron a cabo las acciones más cruentas en San Pablo.
El gobierno paulista admite desde hace tiempo que el PCC supone un “poder paralelo” en la ciudad, con el que es necesario dialogar. También esta vez, la policía y el gobierno estatal sabían que se preparaba una gran acción en la ciudad y en todo el estado. Y hasta se habían tomado medidas. Por eso hubo enfrentamientos con las fuerzas del orden, incluso en la calle. Pero todo fue en vano. La organización criminal demostró tener no sólo fuerza militar, sino gran organización y conocimiento minucioso de la vida y milagro de cada policía.
Las reivindicaciones del PCC podrían parecer hasta infantiles: exigen 60 televisores nuevos para ver el Mundial de Fútbol en junio, el cambio de color en sus trajes para que pasen de amarillo a ceniza y la liberación de visitas íntimas dentro de las cárceles, también en los presidios bajo el Régimen Disciplinario Diferenciado (RDD), donde suelen estar los reclusos considerados más peligrosos.
La organización tiene un estatuto de 16 artículos. Uno de ellos dice: “La unión de lucha contra las injusticias y la opresión dentro de las cárceles”. En otro artículo se dice que los integrantes deben dar buen ejemplo “evitando estupros”. Tampoco se admiten entre ellos “mentiras, traiciones, envidias, calumnia, egoísmo e interés personal”. Todos tienen que dar diezmos de lo que ganan a la organización.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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