EL MUNDO • SUBNOTA
Las largas y arduas negociaciones terminaron anoche con una declaración de los ocho países más ricos del mundo en torno de cómo manejar el conflicto en Medio Oriente. Las siete potencias más Rusia pidieron que se ponga fin a los ataques en la frontera que dejaron más de 150 muertos en cinco días. El G-8, reunido en San Petersburgo, hizo un llamado a Israel y las “fuerzas extremistas” de Hamas y Hezbolá a que detengan sus ataques y pidieron una fuerza adicional de monitoreo del Consejo de Seguridad de la ONU para que actúe por la paz cuando se retire Israel del Líbano. El documento evitó usar la palabra “cese de fuego”, que es lo que ha pedido el premier libanés, Fouad Siniora, con el apoyo del presidente francés Jacques Chirac. Estados Unidos y Gran Bretaña mantuvieron que no puede haber un alto el fuego que deje a Israel expuesto a un ataque renovado.
El G-8 intentó ayer dar una imagen de unidad ante el nuevo agravamiento de la violencia en Medio Oriente, al acordar una declaración unánime que exige el fin de todas las operaciones militares y la liberación de los soldados israelíes capturados. El documento permite a los ocho países más poderosos camuflar sus diferencias en esta crisis, sobre la que sienten “una preocupación cada vez más profunda”, y atribuye la responsabilidad de la actual violencia a “elementos extremistas”: el grupo chiíta libanés Hezbolá e integrantes del palestino Hamas. Estos grupos deben entregar “ilesos” a los soldados israelíes capturados en Gaza y Líbano, y poner fin al lanzamiento de cohetes contra territorio israelí.
Por su parte, Israel debe poner fin a sus operaciones militares y retirar a sus tropas de Gaza y liberar a los parlamentarios y ministros palestinos a los que mantiene detenidos. Estas medidas –acuerdan– permitirían crear las condiciones para un cese de la violencia “sostenible y que siente las bases para una solución más permanente”. Aunque el documento reconoce el derecho de Israel a defenderse, sostiene que es “crítico” que ese país tenga en mente “las consecuencias estratégicas y humanitarias de sus actos” y, por lo tanto, ejerza la “máxima moderación” para evitar víctimas civiles, daños a la infraestructura y desestabilizar al gobierno libanés.
En lo que respecta a Líbano, el G-8 reclama la aplicación de las resoluciones 1559 y 1680, que prevén el desarme de las milicias y que el gobierno libanés pueda hacerse con el control de todo su territorio. También pide que el Consejo de Seguridad de la ONU considere la posibilidad de una “presencia internacional con funciones de supervisión”. Nada más divulgado el documento, comenzaron a surgir diferencias sobre su interpretación, ya que Chirac, afirmó que “es evidente que el G-8 ha apelado a un alto el fuego”, mientras que un responsable estadounidense aseguró que el texto no incluye un cese inmediato de las hostilidades.
El ruso Vladimir Putin se unió a la opinión de que el texto acordado incluye “un rápido alto el fuego para que las negociaciones entre las partes comiencen con celeridad”. La posición de Washington en la crisis ha sido culpar a Hezbolá y Hamas y rechazar el llamamiento del premier libanés, Fouad Siniora, para un alto el fuego inmediato, al alegar que Israel tiene derecho a defenderse.
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