EL MUNDO • SUBNOTA
La extrema cautela ejercida por los voceros habituales del gobierno estadounidense contrastó con la algarabía de los cubanos en Florida. La prensa de ese país instó a Bush a aprovechar la oportunidad de fijar un cambio de rumbo en las relaciones bilaterales.
Estados Unidos mira a Cuba expectante. El gobierno ha sido muy cauteloso en sus declaraciones sobre el momento político que vive la isla después del traspaso de poder a Raúl Castro, el hermano menor de Fidel. El vocero de la Casa Blanca, Tony Snow, reconoció ayer que todavía no hay una transición, como en cambio venían declarando los cubanos residentes en Miami. “Este no es momento de saltar al agua, en ninguna dirección”, advirtió Snow a ese poderoso grupo instalado en el sur de Florida. La prensa estadounidense instó ayer a la administración de George Bush a no dejarse influenciar por la comunidad cubanoamericana. En cambio, proponen demostrar un cambio de actitud hacia la isla, lo que podría facilitar una apertura del nuevo gobierno provisional.
Los miles de cubanos que en la noche del lunes y durante el martes coparon las calles de Miami para festejar el traspaso de mando en la isla ya se fueron a sus casas. Sin embargo, el aire cargado de expectativas y especulaciones no se disipó. Ayer fue el turno de las organizaciones anticastristas. Arremetieron contra la Casa Blanca y demandaron que tome una postura más activa para forzar un cambio político en La Habana. Algunos grupos aseguraron que una nueva política es necesaria para enfrentar la situación en la isla. “El embargo no ha logrado su propósito de sacar a Castro del poder. Todavía está ahí, enfermo y gobernando a través de notas”, afirmó Ana Faya de la Fundación Canadiense para las Américas (Focal), un grupo anticastrista que reclamó una actitud más agresiva del gobierno estadounidense. El diario The New York Times propuso otro tipo de cambio. El matutino instó a la Casa Blanca a no dejarse influenciar por las “fantasías” de la comunidad cubano-estadounidense que, según el diario, añora un pasado que ya no existe. Por el contrario, le sugirió a Bush que levante el embargo comercial para permitir un mejoramiento de la situación social en la isla. El objetivo sería incentivar el fortalecimiento de la sociedad civil, para que ésta lidere un proceso de apertura democrática. “La política pos Castro de Washington no debe ser un peón de los refugiados políticos de Miami”, coincidió The Washington Post.
El vocero del Departamento de Estado norteamericano, Sean McCormack, repitió la declaración de Snow y reconoció que todavía no hay grandes cambios en el régimen cubano. Sin embargo, no todos los funcionarios estadounidenses han sido tan cautos como McCormack y Snow. El secretario de Comercio y copresidente de la Comisión de Ayuda para una Cuba Libre, Carlos Gutiérrez, advirtió el martes que su país no permitirá que terceros se involucren en un eventual proceso de democratización y apertura en la isla. El funcionario de origen cubano se negó a explicar si se refería a algún país en particular, sin embargo, era claro que se trataba de una referencia al otro rival de Washington en la región, Venezuela. La semana pasada, el coordinador de la comisión, dirigida por Gutiérrez y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, declaró ante el Congreso que gobierno de Hugo Chávez estaría financiando a su par cubano con unos dos mil millones de dólares anuales.
Estados Unidos está vigilando. No sólo teme que una eventual interferencia de Caracas arruine sus planes para una transición cubana, sino que además, existe la constante amenaza de una ola inmigratoria, tanto de la isla a Florida como al revés. Por ahora, Washington no ha actuado. La Guardia Costera de Estados Unidos informó que no hubo movimientos anormales en estas horas. Los planes para el cambio de régimen siguen siendo planes.
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