EL MUNDO • SUBNOTA › COMO VIVEN LOS SOLDADOS ISRAELIES EN EL FRENTE
› Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Metula
Uno a uno suben al autobús a las puertas de Metula. Son casi niños y sus rostros pintados de verde muestran tensión. A alguno se le escapa una risa nerviosa. Impresiona tener la certeza de que van a traspasar la Barrera Buena, nombre de la última cerca metálica que separa Israel del Líbano.
Al otro lado, en las aldeas de Kefar Kila, Taibeh y Markaba, esperan los guerrilleros de Hezbolá en la más completa oscuridad. Desde Metula, en el extremo norte de Galilea, sólo se ven luces en los pueblos cristianos libaneses. En los musulmanes, tras los bombardeos de la aviación hebrea, el apagón es total.
Hacia esa boca de lobo se encaminó hace unos días Yair, que a sus 19 años ha tenido la experiencia más traumática de su vida. No tanto para Avi Usana, de 28 años, un profesional que ha luchado en los territorios ocupados palestinos y en el Líbano antes de que se retiraran las tropas en mayo de 2000, y que ahora combate en Taibeh. Tampoco para el aleccionado capitán Edan, casado a sus 26 años, y que manda a 60 hombres. Usana y Edan hablan de su experiencia con un oficial atento a la conversación.
En un detalle coinciden los tres: los milicianos chiítas son excelentes luchadores. Y en menor medida en las sensaciones que se viven en el campo de batalla: una gama que abarca desde el temor hasta el pánico. Todos han tenido ante sus ojos o mirillas telescópicas a los combatientes de Hezbolá. “Casi siempre les ganamos. Si nosotros sufrimos cuatro bajas, ellos tendrán treinta o cuarenta. Cuando ven los tanques Merkava huyen –dice Edan–. Cuando estás ahí dentro y ves los cohetes Katyusha que vuelan hacia Israel –agrega– te das cuenta de por qué estamos haciendo esto, de por qué estamos entre los terroristas e Israel”. Es el discurso oficial. El de los militares que no pueden mostrar síntomas de debilidad. Los hay, y muchos, que abandonan el frente con el pavor calado hasta el tuétano.
Se mezclan sensaciones encontradas. Los soldados de a pie no pueden sacarse de la cabeza el padecimiento de sus camaradas en el frente, al tiempo que hacen muecas de indiferencia cuando se les pregunta si desean volver al frente. Mientras, esperan órdenes para la próxima incursión.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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