EL MUNDO • SUBNOTA
› Por M. J.
El primer ministro Tony Blair será un aliado incondicional de George Bush, pero su partido Laborista está cada vez más dispuesto a romper lanzas con Estados Unidos. La saga sobre los presuntos comentarios despectivos que el viceprimer ministro John Prescott hizo de la política norteamericana en Medio Oriente ilustra las fracturas internas en el partido de Blair. La saga tiene algo de comedia de errores. Comenzó el jueves cuando un diputado laborista, Harry Cohen, comentó a The Independent que en una reunión privada Prescott había dicho que la política de Estados Unidos en Medio Oriente era una porquería (crap) y que Bush era un cowboy. Ese mismo día Prescott se apresuró a desmentirlo y la Casa Blanca quitó importancia al asunto señalando que el presidente había recibido peores insultos en su vida. En respuesta, importantes diputados y autoridades laboristas, entre ellos el intendente de Londres Ken Livingstone y la actriz y parlamentaria Glenda Jackson, hicieron una pausa en sus vacaciones para decir que ellos estaban de acuerdo con lo que habría dicho Prescott, aun si no lo dijo. Los comentaristas políticos británicos coinciden en que la política exterior de Blair puede llegar a convertirse en su talón de Aquiles y que el congreso anual partidario el próximo mes será clave para su futuro político.
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