EL MUNDO • SUBNOTA
Se intensificó ayer la presión para imponer una prohibición internacional a las bombas de fragmentación. Israel fue acusado de llenar el sur del Líbano con miles de bombas que no explotaron en las últimas horas de su guerra contra Hezbolá. Los que impulsan la prohibición acusaron a la Fuerza de Defensa de Israel de dejar un “campo minado” de bombas mortíferas en pueblos y campos, después de disparar cientos de bombas de fragmentación, misiles y bombas desde su frontera norte en los tres días anteriores al fin de las hostilidades, a comienzos de este mes. Los funcionarios de las Naciones Unidas advirtieron que 12 personas habían muerto y otras 49 resultaron heridas por bombas que no explotaron desde que terminó la guerra y dijeron que el porcentaje de bajas probablemente aumentaría. El gobierno israelí insiste en que no apuntó a civiles durante el conflicto y dice que todas las armas utilizadas están aceptadas por la ley internacional. También insiste en que el uso de sus armas es legal. Sin embargo, los defensores de las campañas antiminas han estado presionando por una prohibición internacional sobre su uso, sosteniendo que las bombas de fragmentación son indiscriminadas y su uso en áreas pobladas puede ser una contravención a la ley internacional.
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