EL MUNDO • SUBNOTA
Brasil es el país que cuenta con los mayores latifundios del mundo. Cuando faltan dos días para las elecciones presidenciales del próximo domingo –la campaña finalizó ayer–, el tema del reparto de la tierra no ha sido mencionado por ninguno de los dos principales candidatos. Ciento ochenta mil familias bajo la dirección del Movimiento Sin Tierra –MST– ocupan terrenos por todo Brasil y echan en cara al presidente Luiz Inácio Lula da Silva que no haya realizado una profunda reforma agraria. Un dato no menor: desde que el MST fue fundado, en 1984, unas 350.000 familias han visto legalizada su situación.
“Lula ha errado en la distribución de la riqueza por tres motivos”, subraya Joao Paulo Gonçalves, de la Dirección Nacional del MST. “En primer lugar, ha mantenido la política económica de Fernando Henrique Cardoso (presidente entre 1995 y 2002). Ese ha sido su pecado capital. En segundo lugar, al no tener mayoría en el Congreso, y para poder aprobar las leyes ha hecho una alianza muy complicada con sectores muy conservadores y extremadamente corruptos de la sociedad. Y en tercer lugar, no tiene proyecto para Brasil. O mejor, el proyecto de Lula es el lulismo que sólo está en su cabeza”, añade. Paradójicamente, el MST coincide con la oposición socialdemócrata en acusar a Lula, no por lo que ha hecho durante su gestión, sino por las oportunidades que ha dejado pasar.
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