EL MUNDO • SUBNOTA › ESCENARIO
› Por Mercedes López San Miguel
Lula da Silva ganó ayer, en una campaña que no politizó sino que centró en su figura. El legendario líder del Partido de los Trabajadores se desmarcó de su partido, que se había desgastado con el tema corrupción. Contrariamente, la oposición y los medios –que son en su mayoría opositores– capitalizaron el explosivo caso del “dossier” en la última semana clave. Unos pocos petistas intentaron comprar un dossier para perjudicar a Geraldo Alckmin y José Serra, y la oposición se hizo un festín. “Una parte del electorado de Lula, sobre todo en el sur del país, se dejó llevar por esa campaña opositora que lo atacó al presidente por el tema corrupción, o sea que optó por un voto castigo”, señaló a Página/12 el politólogo brasileño André Martín, de la Universidad de San Pablo . El mensaje que dio la derecha fue: “A los pobres no les importa la honestidad” y consiguió que parte del electorado lulista reaccionara. A esto se suma que el presidente candidato optó por no participar del último debate. “Se equivocó, porque en el tramo final de la campaña se despertó la desconfianza en los votantes”, advirtió Martín.
Tras su llegada al Palacio del Planalto en enero del 2003 y frente al temor que suscitaba en el mundo de las finanzas, Lula hizo bien los deberes con el FMI y fue criticado por su ortodoxia económica. Lo acompañó con una política exterior afín a los gobiernos vecinos (de la Argentina, Néstor Kirchner; de Venezuela, Hugo Chávez, y de Bolivia, Evo Morales).
Pero, en marzo de este año, su ministro de Economía, Antonio Palocci –fiel a las políticas de ajuste fiscal y altas tasas de interés–, debió renunciar por las acusaciones de corrupción en su contra de cuando era gobernador de Riberao Preto (1993-1996, 2001-2003). Su dimisión fue la gota que colmó el vaso del oficialismo, que vivió una crisis política en el 2005 con el mensalao (mensualidades), supuestos sobornos que pagó a diputados para que votaran a favor del Ejecutivo. Palocci era la mano confiable que le quedaba a Lula en el gobierno en un año electoral. El primer fusible que saltó de las denuncias de corrupción fue el llamado “superministro”, José Dirceu. Este fue vinculado con el caso Waldomiro, una trama de la mafia del juego, en junio del 2005. Con el desgaste del gabinete, Lula sumó ministros del PSDB (Partido de la Socialdemocracia de Brasil), con el riesgo de que el ideario del PT se corriera más al centro político.
Martín define la política económica de los últimos cuatro años como “neoliberalismo con fase humana, porque hay una disposición a beneficiar a los que más sufren. Es verdad que no genera empleo, pero lo compensa con los programas sociales”. En este sentido, el académico señala que “el pueblo no quiere más la política neoliberal que plantea la oposición”. Además, si Lula es reelecto, el interrogante que se abre es si aprovechará que ya no tiene que rendirle cuentas al establishment para poner mayor énfasis en la deuda social.
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