EL MUNDO • SUBNOTA › ALVARO NOBOA.
› Por Jorge Marirrodriga y
Daniela Cramer *
–¿Qué tipo de gobierno propone?
–Queremos que nuestra economía sea más parecida a la de España que a la de Cuba. Por eso, ésta no será solo una elección de quién va a ser mejor gobernante, sino una elección entre ideologías, entre el populismo izquierdista, comunista, de Correa, y la libre empresa que yo represento. Nuestro objetivo es convertir a los seis millones de desempleados o semiempleados que hay en Ecuador en personas de clase media. Esto se puede lograr sólo con adecuadas reformas legales, siendo amigables con el inversionista, y no propiciando esa lucha de clases.
–¿Cómo piensa infundir confianza a la inversión extranjera?
–Lo haremos logrando estabilidad política y jurídica. Debemos dar a los grandes inversionistas seguridad, con la opción de poder acudir a tribunales internacionales para un arbitraje justo, si así lo escoge bajo contrato. Debemos crear un ambiente amigable.
–Sigue produciéndose una emigración masiva. ¿Cómo puede frenarla?
–Soy defensor de los ecuatorianos aquí y afuera. Estoy a favor de que legalicen su situación de una manera más ágil en el exterior, y de que tengan acceso a escuelas y medicinas. Creo que el fenómeno de la emigración es la grave consecuencia de un voto errado. Emotivamente, me encantaría que retornaran al país, pero no creo que lo hagan. Es la historia de los argentinos, los españoles, los canadienses, en otros tiempos. Los 2500 millones de dólares al año que envían los emigrantes a sus familiares en Ecuador constituyen la segunda remesa más importante del país, después del petróleo.
–¿Cómo va a mejorar las condiciones de los que se quedan?
–Con la reactivación de la economía en Ecuador, podremos invertir en salud y educación. Hay 40 hospitales importantes dispersos en el país que pasarían de ser centros de atención general a ser centros especializados, para garantizar mejores resultados. En la educación, desarrollaremos un plan que permita al bachiller terminar con una especialidad técnica (mecánica, agricultura, contabilidad...) para que aporte más en el área productiva. Y es que la pobreza no le hace bien ni al pobre, ni al empresario. Cuando el pobre no tiene recursos para consumir, no hay empresa. Por eso, cuando se unen los infortunados para tumbar a los ricos, sólo logran agudizar su escasez. Hay que abolir ese mito del rico malo y del pobre bueno.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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