Jue 23.11.2006

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Pastel a medio acabar

› Por Maruja Torres *

Bikfaya: silenciosa y en llanto; tensión y cortesías. Beirut: falangistas –militantes y seguidores del Kataeb, el partido cristiano maronita al que pertenecía el asesinado Pierre Gemayel– en cólera pero expresándose sólo a través de manifestaciones, gritos y consignas, al menos hasta el anochecer del miércoles (luego veremos). Por en medio, el caos y el descontrolado control militar (sirve para poco, ya lo hemos visto). Salimos de Beirut por la mañana con más o menos soldados vigilando y regresamos de Bikfaya a las tres de la tarde, para toparnos con numerosos elementos del Maghawir, tropas de elite del ejército libanés que tienen la sensual costumbre de desplazarse sobre tanques-oruga. Protegen el Este cristiano, de las montañas en donde se encuentra la casa familiar del difunto ministro de Industria hasta las cercanías del puerto, en donde está el cuartel general de la Falange. Luego, en la plaza Sesine, corazón del Ashrafieh maronita –barrio cristiano situado en la colina oriental de Beirut–, dos camiones con policía y más soldados controlaban un espacio del tamaño de la plaza Real en Barcelona o de la plaza de Santa Ana en Madrid, pero circular y con varias vías abiertas en semiestrella, lo cual puede constituir una escapatoria a la vez que un impedimento.

Mientras escribo esto no parece que haya llegado nadie a más allá de las manos, aunque dicen –la confusión es muy grande– que ayer se registraron incidentes entre falangistas y prosirios en lugares muy simbólicos de la capital libanesa. Seguidores de Gemayel contra afines al general Aoun (prosirio reciente y aliado de Hezbolá para hacerse con la presidencia del gobierno), en el mítico Ain el Roummaneh –barrio cristiano del Este colindante con Chiah, de musulmanes chiítas–, en donde se inició la anterior guerra civil en 1975, con el asalto a un autobús de civiles palestinos por parte, precisamente, de falangistas. Por otro lado, ante el cuartel general de Kataeb se manifestaron, coléricos, grupos de partidarios de Gemayel. Hubo numerosos puntos en donde se quemaron neumáticos. Algaradas siniestras. En Bikfaya, los dolidos falangistas se liaron a palos con miembros del Partido Social Nacional Sirio, laico, que acoge a militantes de todas las religiones y que nadie sabe para qué sirve.

De modo que el pastel está a medio acabar. Sólo hay que preparar el relleno.

Lo de Bikfaya, el velorio, fue una cosa bastante espeluznante, con un aire a funeral de cualquier parte de El Padrino, aunque debo decir que, en justicia, habría mostrado idéntico parecido cualquiera que fuera la afiliación del muerto. Esto es Sicilia, hay pactos de silencio, juramentos de venganza y memoria de la sangre. Por eso Líbano, siendo tan pequeño, es un país tristemente interesante.

Considerando que el miércoles fue la fiesta de la independencia, no se puede imaginar una jornada más triste y prometedora de desdichas. En el velatorio hubo de todo: mártires muertos –el propio Pierre Gemayel en su ataúd cubierto estrictamente por la bandera falangista–; mártires futuros –los ministros, los parlamentarios, los periodistas, los libaneses– y mártires vivos. Esto último hay que aclararlo. Se trata de personas eminentes que, habiendo sufrido un brutal atentado, salieron con vida, con o sin secuelas. En el acto de hoy estuvieron el ex presidente René Moawad, que sobrevivió a su atentado a finales de los ’80 o principios de los ’90, cuando estaba en el cargo, y la presentadora May Chidiak, del muy falangista canal de televisión LBC, que salió viva de un cochebomba pero se quedó sin la pierna y el antebrazo izquierdos. Como parientes eminentes de muertos por el Líbano figuraban Ghassan Tueni, padre del director del diario An-Nahar, Gibrail Tueni, asesinado el año pasado, y su viuda.

“Por el Líbano” rezaba el enorme cartel con la foto del difunto desplegado a mediodía a la entrada de Bikfaya. Se sobreentiende que lo que “por el Líbano” fue dado es la vida y lo que se obtuvo es el martirio y la gloria. Todos los bandos de esta larvada nueva guerra civil se refieren a las pobres víctimas como mártires; no sólo Hezbolá. La religiosidad patriótica, que a menudo sólo encubre intereses mafiosos, es muy poderosa y lo empapa y corrompe todo. Por cierto, mogollón de curas y monjas maronitas en la ceremonia, amén de numerosos purpurados de diferentes cristiandades, unos cuantos drusos (musulmanes raros pero con bello tocado blanco) y nadie del chiísmo. Parece ser que la oposición prefirió no pisar el predio donde podrían repartirse algo más que pésames. Los ministros de Amal y Hezbolá que dimitieron hace pocos días enviaron sus pésames vía literaria. Fina y segura.

Bien caída la tarde, en la plaza Sasine, que tiene una efigie de Bachir Gemayel, el mártir del ’82, se hizo presente una manifestación falangista pro Hariri, que llamaba a la gente a salir a las calles. Puede que sea mañana el gran funeral beirutí.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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