EL MUNDO • SUBNOTA › CONTRASTES EN ECONOMIA, PRODUCCION, AYUDA SOCIAL Y DIPLOMACIA
› Por Lucía Alvarez y Diego González
Por primera vez en los últimos 8 años, en Venezuela hay dos caminos. Por un lado está la profundización de la Revolución Bolivariana encabezada, indiscutiblemente, por el presidente Hugo Chávez Frías. Los ejes de su proyecto se centran en la distribucion de la renta petrolera con políticas sociales para los sectores históricamente más desfavorecidos del país, un crecimiento económico planificado por un Estado al que se lo acusa de burocrático e ineficiente, la industrialización y un claro matiz ideológico e internacionalista que se condensa en el slogan “rumbo al Socialismo del siglo XXI”.
En la vereda de enfrente se encuentra el ex gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales, quien, a pesar de las vinculaciones que tiene con el golpe del 11 de abril de 2002, representa en el mundo opositor el triunfo del camino democrático. Con ideales como la defensa de la propiedad privada y la “democracia social” de tinte expresamente liberal, su proyecto busca una apertura de mercados, la seducción de los inversores extranjeros y el apoyo de las capas medias y altas.
Las más de 20 misiones sociales a nivel nacional que creó el actual gobierno –entre las que se destacan las de salud y educación– le valieron al Ejecutivo el apoyo de amplios sectores. Es por eso que Rosales propone mejoras y no la erradicación de ellas. En este sentido, su principal propuesta de carácter netamente populista es la tarjeta de débito Mi Negra, que ofrece entre 600.000 y un millón de bolívares (entre 900 y 1500 pesos) “a más de 2.500.000 familias de la clase media empobrecida y sectores populares”.
En lo que refiere a la política petrolera, eje nodal de la economía venezolana, Chávez impulsa acuerdos en el seno de la OPEP que limiten la oferta con el objetivo de mantener los precios del barril por sobre los 50 dólares. Rosales, en cambio, sostiene que la capacidad instalada permite una producción mayor a los 3,2 millones de barriles diarios.
Chávez, además del aspecto ideológico, busca el quiebre del imperialismo estadounidense y avanza en la línea de la multipolaridad, que lo cual explica las cuestionadas alianzas con países como Irán. Rosales, en cambio, propone la ruptura por razones políticas, como lo son las acusaciones de terrorismo. Lo mismo sucede en el caso del Mercosur. Mientras que el bolivarianismo defiende el ingreso por su significación en términos geoestratégicos, Rosales promete revisar el ingreso argumentando que, por asimetrías económicas, los intercambios comerciales no beneficiarían a la industria nacional.
Lo cierto es que la nueva línea participativa de la oposición, que busca nuclear tras de sí a todo el antichavismo con un programa político tangible, ha logrado exponer de otro modo la polarización. Ahora hay dos proyectos, dos ideas, dos mundos posibles.
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