EL MUNDO
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Cuanto peor, peor
› Por Claudio Uriarte
América del Sur no está girando a la izquierda, sino que está a la deriva. Y Estados Unidos no tiene un plan maestro para América del Sur, salvo el de aislar la crisis argentina lo más posible –en lo cual ya ha fracasado-. Similarmente, el forzado pasaje del fast-track por el Congreso no significa que el Area de Libre Comercio de las Américas esté a la vuelta de la esquina; en todo caso, la decisión de la administración de forzar su aprobación es completamente contradictoria con su erección de barreras arancelarias para el agro, los textiles y el acero, todos productos en los cuales compite y no se complementa con América latina, y cualquiera puede comprender que el hard cash logrado para los productores estadounidenses con vistas a las elecciones legislativas de noviembre tiene mucha mayor tangibilidad que la abstracta autoridad que el Congreso da al presidente para negociar algo que el presidente todavía debe decidir si quiere negociar o no. En otras palabras, el ALCA es el gran elefante blanco de las relaciones interamericanas: tiene detractores y partidarios fanáticos, pero en sí mismo no existe.
Algo que aún no se percibe bien es que en todas partes del continente falta dinero –empezando por EE.UU., cuyo gobierno le hizo trampas a su economía en favor de sus amigos empresarios– y la falta de dinero –así como las grandes crisis políticas– suele ser muy buena a corto plazo para desestabilizar o tumbar gobiernos por izquierda, pero a largo plazo promueve un retorno a la derecha. En Brasil, el hecho de que los dos candidatos emergentes sean de centroizquierda puede parecer esperanzador, si no fuera que el golpe de mercado ya se ha consumado y cualquiera que asuma deberá gobernar sobre bases de austeridad. En Colombia, el triunfo del candidato de línea dura Alvaro Uribe no fue el resultado de una maquinación política de Washington sino del hartazgo de la población con la violencia armada de guerrilleros y paramilitares. Y en Venezuela, el único país donde el Departamento de Estado le hizo un guiño al golpe, la operación fue tan chapucera que probablemente sólo sirvió para extender un poco más la expectativa de sobrevida de un gobierno agotado en medio de una recesión que avanza.
El único punto que tiene algún sentido de lo aprobado ayer es el Acta Andina, que no es un ALCA en miniatura sino una recompensa a los erradicadores de coca. Pero esto mismo da la medida de la deriva americana: el Acta estaba vencida desde diciembre, período en el cual los gobiernos de los beneficiarios (Colombia, Bolivia, Perú y Ecuador) prácticamente se evaporaron.
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