Lun 24.03.2008

EL PAíS  › OPINIóN

El Pibe

› Por Gabriela Cerruti *

¿Hace falta cambiar una costumbre de tantos años por algo que durará cuatro, a lo sumo ocho años? Ellos creen que no. Por eso, a pesar del protocolo y del ceremonial, para los ministros, Mauricio Macri, el ingeniero, el jefe de Gobierno, sigue siendo “el Pibe”.

El Pibe, el hijo de Don Franco, el que tenía que heredar las empresas pero un día decidió meterse en el fútbol, y en la política.

Daniel Chaín, Néstor Grindetti, Pablo Clussellas, entre otros, que manejaron las empresas de la familia Macri en las últimas décadas, son quienes tienen a su cargo hoy el manejo de más de dos mil millones de pesos del presupuesto de la ciudad de Buenos Aires que se usarán para pagarles a esas mismas empresas las obras que realicen, o no, porque ellos son además los encargados de controlarlas.

El problema es mucho más complejo que las incompatibilidades o el conflicto de interés que puede afectar a uno o dos funcionarios, en un gobierno normal, en una ciudad normal. Se trata de un grupo empresario-familiar que vivió e hizo su fortuna en base a los contratos de obra pública y que hoy ha tomado todos los resortes de decisión y control del Estado.

Es la anulación definitiva de la teoría de los dos lados del mostrador: ya no hay mostrador.

Los mismos que son accionistas, gerentes, directivos, de las empresas contratistas (de lo que alguna vez se llamó en el periodismo “la patria contratista”) son hoy el poder político de la ciudad de Buenos Aires.

El día en que se retiren del Estado volverán a recibir las suculentas ganancias que obtuvieron sus empresas mientras ellos las contrataron cuando estaban en el gobierno.

La Argentina se ha caracterizado por llevar al límite las teorías internacionales y los “climas de época”. Cuando en Latinoamérica reinaba la doctrina de la seguridad nacional, en la Argentina se instaló una de las dictaduras más sangrientas de que se tenga memoria, que inventó y llevó adelante el plan sistemático de desaparición de personas. Cuando en el mundo se instalaba el neoliberalismo, Argentina remató sus empresas estatales e inventó la convertibilidad.

En el momento en que Silvio Berlusconi y otros líderes políticos europeos lidian con alguna cuestión de incompatibilidad o conflicto de interés por provenir del campo empresario, el grupo empresario familiar que tiene a su cargo las mayores obras públicas de la ciudad de Buenos Aires, en su conjunto, en todos los niveles y jerarquías, ocupa todos los cargos de conducción del gobierno de la ciudad.

Algunos años antes de que ganara Carlos Menem la presidencia de la nación, un periodista se encontró con un diplomático que le advirtió: “Menem va a ser presidente. Los argentinos serían incapaces de privarse de un personaje como éste”.

Si los argentinos fuimos incapaces de privarnos de “El Jefe”, ¿por qué íbamos a privarnos los porteños de “El Pibe”?

* Legisladora porteña

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