EL PAíS › EL GOBIERNO EMPIEZA CON EL REPASO DEL CONFLICTO CON EL CAMPO
Después de recibir con agrado la novedad del levantamiento del paro agropecuario, los funcionarios se dedicaron a descansar. En la Casa Rosada harán ahora un análisis de lo actuado y evaluarán los próximos pasos a seguir.
› Por Daniel Miguez
Para el Gobierno la suspensión del paro fue una buena noticia porque era lo que esperaba. Nadie razonablemente podía suponer lo contrario. Seguir con el lo-ckout y los piquetes les hubiera implicado a los productores rurales agigantar el disgusto de la gente contra ellos y obligar a al Poder Ejecutivo a endurecer definitivamente su posición.
Ayer los máximos funcionarios del oficialismo después de ver por TV el anuncio de la suspensión del lockout por treinta días descolgaron los teléfonos y dedicaron la tarde a descansar. El único que se expresó fue el titular del bloque kirchnerista de Diputados, Agustín Rossi. “Es una buena noticia”, dijo. Cuestionó algunos discursos de los ruralistas (“Si quieren hacer política que formen un partido y se presenten a elecciones”) y llamó a que “ahora canalicen sus demandas a través de una mesa de diálogo y que allí se planteen las cuestiones”.
De estos veintiún días traumáticos el Gobierno puede sacar conclusiones porque en los tres años y nueve meses que le restan podría sufrir nuevas acechanzas, aunque no tengan la desmesura del reciente lockout agropecuario. Porque lo que no va a faltar es el análisis en frío de lo que ocurrió.
Quizá puertas adentro de la Casa Rosada se analice la conveniencia de hacer un más detallado reconocimiento del terreno antes de dar un paso, porque el primer paso mal dado le puede acarrear costos extra a los precios naturales que deben pagarse cuando un sector se ve afectado por una medida. Y una energía desgastante en revertir la situación y retomar el control, como finalmente logró hacer en este caso.
Durante el conflicto, el Gobierno se quejó del mayoritario apoyo mediático que tuvo el lockout de los ruralistas y cómo incidió en la opinión de un sector de la clase media. Se trata de un fenómeno difícil de evitar. Lo que sí se puede hacer con mayor facilidad es no alimentarlo.
El Gobierno tuvo en esta oportunidad una nueva confirmación de que, junto al amplio consenso que mantiene, perdió una buena parte de apoyo de la clase media, como lo supo en las últimas elecciones en la Capital Federal. ¿Por qué si la clase media fue quizá la más beneficiada por el rumbo industrialista de este Gobierno? Una paradoja que sufrió el propio Perón en 1955 y que algunos sociólogos la explican en el marco del fenómeno de mimetización con la clase alta. Aunque seguramente eso no lo abarca todo.
Por eso, algunos funcionarios se replanteaban la conveniencia de que Hugo Moyano o Luis D’Elía hayan tenido una participación tan activa, que no sólo acrecienta esa distancia con un sector de la clase media, sino que facilita que se cambie el eje del debate central. Así las imágenes de D’Elía o Elisa Carrió hablando de “los paramilitares de Moyano” (más allá de comentarios discriminatorios que abundaron en algún que otro canal de televisión) ocuparon buena parte del segmento que debería haberse dedicado a hablar sobre las razones de las retenciones o por qué los productores agropecuarios tienen a más de la mitad de sus peones en negro y explotando el trabajo infantil.
También hay quienes sostienen en el Gobierno que la presencia de D’Elía esa noche de las cacerolas y las champagneras en Plaza de Mayo evitó un desaguisado mayor. Puede ser. Lo cierto es que en el Gobierno, superada la prueba del conflicto más duro que le tocó vivir en sus 103 días de gestión, están analizando cuadro por cuadro la película de estos últimos veintiún días para aprovechar la experiencia a futuro.
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