EL PAíS
› PIERRI LE ARMO UN ACTO A MENEM EN LA MATANZA
Para que Duhalde mire y sufra
Fue en el estadio de Laferrère. El ex duhaldista llevó unas diez mil personas. Menem prometió abrir comedores para los pobres, exigió malvinizar el país y alinearse con Estados Unidos.
› Por Martín Piqué
El locutor insistía una y otra vez desde el micrófono. “¿Con quién vivíamos mejor? ¿Con quién teníamos estabilidad? ¿Con quién teníamos trabajo?”, preguntaba esperando una respuesta que daba por descontado. Pero no se escuchaba nada. O los gritos eran muy bajos o la multitud que ocupó casi toda la cancha de Laferrère –mujeres con hijos, viejos afiliados al PJ, grupos de jóvenes que nunca tuvieron trabajo– no recordaba haber vivido mejor con nadie. Pero tanto insistió el locutor que, al final, la gente atinó a responder lo que se esperaba: “¡Menem!, ¡Menem!”, coreó, y el locutor pudo entonces sonreír y preparar todo para que el riojano subiera al escenario.
Por los parlantes sonaba “Color esperanza”, de Diego Torres. Menem, de camisa rosa, apareció en el escenario junto a Cecilia Bolocco y se abrazó con Alberto Pierri, organizador principal del acto. Luego saludó con su remanido “hermanos y hermanas de mi patria”, defendió el alineamiento con los Estados Unidos –las “relaciones carnales” que popularizó su canciller Guido Di Tella–, criticó a Elisa Carrió (“una señora que se creyó la dueña del país”) y se comparó con Julio César. Bastaba con escucharlo para comprender que se sentía el mismo de siempre. Y que buscaba reconstruir la base electoral que lo votó por segunda vez en 1995: sectores medios-altos junto a pobres y desocupados.
La cancha mostraba ciertos rasgos de esa coalición de clases. En la platea, sentados prolijamente, se codeaban varios miembros del entorno menemista –Fernando “Pato” Galmarini, Jorge Castro, Alberto Lestelle, entre otros– que se sumaban con displicencia a las cantitos de “Meeenem/Meeenem”, que dirigía, cual director de orquesta, un cuarentón de anteojos negros, vestido con marcas de primera. Sobre el césped, en cambio, se agrupaban los vecinos de Laferrère, Isidro Casanova, González Catán y otras localidades empobrecidas del partido de La Matanza. Todos identificados con carteles de las distintas unidades básicas del municipio. La mayoría alineadas con Pierri, que fue presentado como el “coordinador general de la campaña” de Menem.
Lo primero que dijo Menem, cuando empezó a hablar, fue agradecer al “maravilloso pueblo” por la asistencia. La tribuna principal, que ocupa la temida barrabrava de Laferrère, se veía llena de gente. La platea también. El césped, en cambio, mostraba unos cuantos claros. Con todo, la convocatoria alcanzaba las 10.000 personas. Un dato que los menemistas querían mostrar por televisión, y por eso a cada rato repetían “que se bajen las banderas”. Es que la apuesta había sido riesgosa: allegados a Pierri confesaron a Página/12 que la idea había sido hacer “un punto de inflexión” en la campaña menemista y superar lo que Rodríguez Saá había hecho en el Luna Park. Cerca de Menem decían que lo habían logrado.
En su discurso, Menem prometió que si triunfa el país renacerá como “el Ave Fénix”. Entre las promesas, el precandidato incluyó unas cuantas críticas. Y la primera fue para el gobierno de Eduardo Duhalde. “Ineptos e incapaces”, los llamó Menem. La crítica sorprendió a quienes esperaban que no cuestionara a su viejo enemigo, y así probar que quiere un pacto de no agresión con el duhaldismo. En el entorno de Pierri, sin embargo, confirmaron que el acercamiento a Duhalde “está abierto”.
Desde una tarima adornada con una bandera argentina y delante de un telón de fondo con los perfiles de Perón y Evita junto a la palabra “Menem” con la banda presidencial cruzada en la “n”, el riojano habló del desempleo, como si su extensión no tuviera nada que ver con los dos períodos que pasó en la Rosada. “Han duplicado el número de desempleados, han triplicado el número de pobres y han terminando descolgándose del mundo”, cargó primero. “Dejamos una desocupación del 12 por ciento y estamos superando el 30 y hasta el 40 en algunos lugares”, agregó.
Para seguir con la situación social, Menem realizó con un par de promesas que entusiasmaron a la multitud, hasta entonces muy quieta. “Vamos a levantar comedores populares en toda la República Argentina –prometió por primera vez en su campaña, en un tono casi ‘progresista’–. Vamos a poner en marcha 400 mil huertas familiares, con un costo de 40 millones de dólares y vamos a levantar 500 dispensarios para atender la salud de nuestros hermanos.” Era un arenga pensado para el destinatario, las muchísimas familias pobres que ocupaban mayoritariamente la cancha de fútbol. Pero la estrategia de Menem quedó clara cuando empezó a hablar de la seguridad. Ahí cambió de interlocutor, se dirigió a los sectores medios, y empezó a hablar de que “se han arrasado todos los derechos, especialmente el derecho de propiedad”. “Hay otro problema que nos preocupa a todos los argentinos: la falta de seguridad. No es posible que en 15 meses hayan asesinado a unos 5000 argentinos y haya crecido el número de muertos de la Policía Federal en un 800 por ciento.”
No podía faltar la referencia a la política internacional. Y Menem admitió sin tapujos su alineamiento irrestricto con Estados Unidos. “El otro día escuchaba hablar muy mal del país más poderoso de la Tierra desde el punto de vista ideológico”, dijo antes de proponer a Chile como ejemplo, que “va a firmar un acuerdo” bilateral con Washington. En esa línea, el riojano propuso “regionalizar” el país, una forma elegante de reducir el gasto político. Después criticó a Carrió sin siquiera nombrarla. Y se plagió a sí mismo otra vez definiéndose como un “humilde hombre del interior”. Las palabras de despedida sonaron conocidas: “Todos juntos, a luchar para que cese el hambre de los niños pobres y la tristeza de los niños ricos”, dijo Menem en otra muestra del eterno retorno.
Subnotas