Vie 02.05.2008

EL PAíS  › EL RELATO DE JUAN PUTHOD, EL SOBREVIVIENTE DE LA DICTADURA QUE ESTUVO SECUESTRADO DURANTE 28 HORAS

“Lo vinculo con la policía y no lo desvinculo de Patti”

Cuenta que sus captores lo interrogaron sobre un homenaje que estaba organizando a Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereira Rossi. Le pusieron una gorra, una venda y le ataron las manos con soga. “Nosotros los cuidamos. Nosotros los secuestramos”, le dijeron.

› Por Diego Martínez

Juan Evaristo Puthod, sobreviviente de varios centros clandestinos, testigo en causas judiciales como Campo de Mayo y presidente de la Casa de la Memoria, por la Verdad y la Justicia de Zárate, fue secuestrado por desconocidos durante 28 horas. Pese al amplio despliegue policial, sus secuestradores nunca perdieron la calma, lo liberaron a las once de la noche a quince cuadras de la Casa de la Memoria, desbordante de compañeros pero también de policías, y al cierre de esta edición no había ningún indicio firme sobre los responsables del hecho.

Puthod y sus compañeros habían anunciado días atrás un homenaje a los militantes montoneros Osvaldo Cambiasso y Eduardo Pereira Rossi y recorrieron los campos de la zona donde los fusilaron en busca de testigos. Según relató a Página/12, el acto fue uno de los cuestionamientos más concretos que le formularon los captores. La Casa difundió hace un mes un documento titulado “Crónica de un fusilamiento anunciado” en el cual acusan al subcomisario Luis Abelardo Patti como responsable de esa ejecución.

“Tengo sentimientos superpuestos. Estoy contento de estar con mi familia. Desde que aparecí no pude parar. Estuve internado anoche por mi corazón, porque aparecí con casi 500 de diabetes. Y desde que salí no paré”, explicó Puthod en diálogo con Página/12.

–¿Cómo fue el secuestro?

–Fue a dos cuadras de la Casa, camino a la radio. Me agarraron de atrás. Me pasaron una mano por el hombro, creo que me pusieron una pistola en las costillas y dijeron “tranquilizate, flaco, caminá”. Me bajaron la gorra de lana en los ojos, quedé prácticamente ciego. Además por la tortura en la dictadura perdí el ojo izquierdo. Me subieron a un auto y me llevaron, supongo que a un campo. Me metieron en una casa, en una pieza.

–¿Lo vendaron?

–Primero estoy con la gorra baja. En la casa me ponen la venda y me atan las manos con soga, separadas, a un elástico en el piso.

–¿Ahí lo interrogan?

–Primero me dicen “quedate tranquilo, flaco, está todo bien. No hagas boludeces, no te saques la venda, no te la levantes, no te arrimes la mano porque sos boleta. Si hacés todo bien no pasa nada”.

–¿Qué edad le sugerían las voces?

–Cuarenta y pico de años, calculo. Pero muy controlados, serenos. Evidentemente había alguien en la habitación, pero nadie me habla durante muchas horas. El día que aparezco, ya perdí noción del tiempo, me dan un sandwich. Como a la hora aparece el tipo a hacerme una especie de interrogatorio, 15 o 20 minutos. “¿Cómo está?”, pregunta. “Bien, aguantando, pero mal porque estoy acá.” “Bueno, estás mal porque no entendiste los mensajes que te dejamos. Vos te salvaste en la dictadura, te salvaste de tu corazón (en referencia a los cinco infartos que sufrió hace menos de un mes), tal vez te salves ahora. Vos no entendiste que nosotros somos dueños de tu vida. Vos vivís o morís si nosotros lo decidimos, flaco.” Después me preguntó por la Casa de la Memoria, por qué hinchábamos las pelotas, a quién se le ocurrió el tema del homenaje. Le respondí que el proyecto era nuestro, que no tenía relación con la liberación o el encarcelamiento de Patti, que lo veníamos organizando desde antes. Me preguntó por mi relación con ex dirigentes montoneros. Ninguna, le dije. “¿Qué tiene que ver Cobacho con el monumento?” (Por Sara de Cobacho, secretaria de derechos humanos de la provincia) Nada, respondí. “¿Por qué si la sociedad se había olvidado del caso tiene que salir a refrescar la muerte de esos dos terroristas?”, preguntó. Le dije que es parte de la memoria, que se cumplían 25 años.

–¿Antes del diálogo le dijeron que lo iban a liberar?

–No, no. Después me volvió a reiterar que a ellos les pertenece nuestra vida. Y dijo algo que me dejó pensando: “Nosotros los cuidamos. Nosotros los secuestramos”`. ¿Quién se adjudica cuidarnos? La policía, nadie más. Desgraciadamente ellos son dueños de nosotros. Ellos te levantan, te secuestran, te liberan o te matan cuando quieren.

–¿Así terminó el diálogo?

–El tipo se comunicó con su gente y dijo “sáquenlo”. Uno le respondió “ahora no se puede, Zárate está hirviendo”. Ahí me di cuenta de que me estaban buscando. Me tuvieron un par de horas más hasta que me cargaron al auto y me liberaron en el barrio Villa Fox.

–¿Vincula su secuestro con policías?

–Lo vinculo con la policía y no puedo desvincularlo de Patti. Pero les dejé en claro que nuestro homenaje a Cambiasso y Pereira Rossi no tenía relación directa con Patti. El año pasado quisimos recordar a Dardo Cabo, no pudimos por una cuestión presupuestaria. Este año el gasto es menor y vamos a hacerlo.

–¿Por qué cree que estuvo en un campo?

–Por el silencio, por el frío, la brisa. Cuando me bajaron del auto hacía mucho frío.

–¿Lo golpearon?

–En el auto, me pegaron una patada cuando intenté levantar la cabeza.

–¿En algún momento pensó que podían matarlo?

–Estuve tres meses desaparecido y seis años preso. Cuando me pusieron la venda empecé a acordarme desde mi secuestro el 27 de marzo de 1976 hasta el 9 de julio de 1981 cuando salí en libertad. Me acordé de todo. En ese momento esperás que entren, que empiecen los golpes, la picana, el submarino. Es un momento que no le deseo a nadie. Vos esperás lo peor. La tortura y la muerte.

–¿Le dijeron por qué lo liberaban?

–Me dijeron que no querían otro López, que no me iban a hacer mártir. Es una demostración de poder y un mensaje para meter miedo.

–¿Cómo siguen sus días? ¿A qué se dedica además de la radio y la Casa de la Memoria?

–Soy carpintero metálico. Trabajo con fierros, sí.

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