Dom 01.06.2008

EL PAíS  › INICIO SUS ACTIVIDADES EN LA ESMA EL CENTRO CULTURAL HAROLDO CONTI

“Este es un espacio en construcción”

Será un lugar donde se exhibirán producciones artísticas sobre la memoria. Cuenta con una biblioteca, salas de exposiciones, un cine, un espacio para el teatro y otro para estudios. Su director es Eduardo Jozami.

› Por Laura Vales

Al entrar al lugar, subiendo las anchas escaleras de mármol hay una silla. Sobre la silla, una camisa atada con una soga a su respaldo recuerda un cuerpo desaparecido. La silla y el prisionero –una instalación de la artista plástica Ana Maldonado–, tienen escala humana; casi nada más tiene esa escala en el enorme edificio de la Escuela de Mecánica de la Armada, donde ayer inició sus actividades el Centro Cultural Haroldo Conti. En los gigantescos siete mil metros cuadrados de esta construcción –de salas tan amplias como heladas, larguísimos pasillos y galpones con espacio para montar un anfiteatro–, funcionará el centro cultural con una biblioteca, salas de exposiciones, un cine, un área de teatro y un espacio de estudios. Su propuesta es llevar a la ESMA el arte sobre la memoria.

Ayer, el inicio de las actividades reunió a un público que desbordó el salón principal. La mayoría de los que se acercaron fueron integrantes de la generación que comenzó a militar en los ’70 y, con un salto de tres o cuatro décadas, había también chicos de veintipico que recorrieron el edificio con sus camaritas, sacando fotos, registrando el recién creado contraste entre el aire marcial de la construcción y los dibujos colgados en las paredes, firmados por León Ferrari o Felipe Noé.

El lugar fue hasta septiembre pasado una dependencia de la Escuela de Guerra Naval donde funcionaba el Centro de Estudios Estratégicos, en el que tomaban clases los altos oficiales de la marina. Fue la última de las instalaciones de la ESMA que la Armada entregó tras la decisión de convertir al predio en un Espacio para la Memoria. En las 17 hectáreas que dan a la Avenida Libertador ya habían sido abiertos al público dos sectores: el casino de oficiales, donde funcionó el centro clandestino de detención, al que hoy se pueden hacer visitas guiadas, y el Espacio Cultural Nuestro Hijos, de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Esta tercer área en ser inaugurada es gestionada por el Estado. “Como la memoria, también éste es un espacio en construcción”, la definió su director Eduardo Jozami.

En la presentación, Jozami habló de los sentidos de recuperar el pasado. “La memoria no es solamente una tarea de archivo, sino de afirmar en el pasado y también en el presente ciertos valores básicos que hacen a la democracia y a una sociedad más justa”, consideró.

La actividad fuerte de la jornada fue una charla sobre Rodolfo Walsh, que tuvo un panel integrado por los periodistas Luis Bruschtein y Cristian Alarcón. Fuerte porque se recordaba a Walsh en el lugar donde lo mataron, y con un condimento extra porque la hija del escritor, Patricia Walsh, se presentó en el acto para oponerse a que se hablara de su padre en un acto oficial.

La ex diputada y actual legisladora porteña avisó que quería hacer conocer su punto de vista, y se arregló que le pasarían el micrófono al cierre de la charla. “La postura de la familia es que Rodolfo Walsh debe estar al margen de esta forma de usar a los desaparecidos. No se puede hacer cultura en los centros de concentración mientras los genocidas siguen impunes. Si se quiere reivindicar a Rodolfo Walsh, lo que importa no es hacer música en un campo de concentración, sino meter a los genocidas presos”, dijo la hija del escritor, quien se retiró tras su intervención.

Antes, en el panel, Bruschtein y Alarcón habían recordado al Walsh periodista. Bruschtein contó que lo empezó a leer cuando publicaba por entregas Quién mató a Rosendo, en la contratapa del periódico de la CGT de los Argentinos. Más tarde pudo conocerlo, ya que tuvo que verlo dos o tres veces por cuestiones de militancia y de trabajo. “Todavía no era el escritor de la imagen mítica, pero ya era un periodista de culto, alguien a quien leíamos secretamente. Tenía un rigor profesional y una carga ideológica muy fuerte, lo que es una mezcla muy difícil, además de infrecuente dentro de la izquierda”. Alarcón agradeció a sus libros, en especial a Operación Masacre, el haber sido una guía sobre cómo escribir. “Cuando uno se decide a escribir está lleno de dudas y busca respuestas en otros textos. Llegar a Rodolfo Walsh es llegar a una balsa.” Después distendió la tarde: “Walsh es nuestro Truman Capote heterosexual”, definió.

Al cierre, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, planteó una pregunta: ¿Es posible y legítima la actividad cultural en la ESMA y en otros centros clandestinos de detención después de lo que pasó? Se contestó que sí; también que, “como todo proceso memorioso, debe ser una creación colectiva, un disparador para generar la acción cultural”.

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