EL PAíS › DIVERSOS ARTISTAS CERRARON LA PRESENTACION DEL NUEVO AMBITO CULTURAL
› Por Facundo García
La presentación del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti plantó el nombre de aquel grande en medio de un predio que fue sede de la ignominia y que hoy regala otros frutos. Ayer, la reconstrucción de los lazos entre el arte y los proyectos por un país más justo dio un paso importante y fueron varios los artistas que se acercaron a sumar su apoyo. Algunos simplemente se mezclaron entre la gente, para escuchar o recorrer las salas. Otros eligieron el escenario, sumando emoción a una jornada ya de por sí conmovedora.
Este llamado “punto de partida” tuvo como primer invitado de la tarde al poeta y periodista Alberto Szpunsberg, que leyó un tramo de su serie “Raíces, ramas, pájaros”. Le siguió una charla sobre la obra de Rodolfo Walsh y después se acomodó frente al atril Cristina Banegas, la actriz que se encargará del área dedicada al teatro. Con la voz susurrante, sorprendió a todos con una lectura tan polifacética como sentida de “País que fue será”, de Juan Gelman.
El Luis Nach Cuarteto se despachó con melodías tan repletas de libertad que parecían hechas a la medida de los compañeros que padecieron el encierro. A un costado, Liliana Herrero conversaba con PáginaI12 acerca de la posibilidad de hacer arte en ámbitos donde ha habido tanto dolor: “Para mí el arte está siempre en el límite de lo real, es la desmesura. Y como lo que pasó aquí se acerca a lo inexpresable, éste es un lugar absolutamente apropiado para hacer actividades artísticas, porque te permiten nombrar aquello para lo que a veces no tenés un discurso totalmente hilado”.
Cuando le llegó el turno a la Herrero los aplausos no se hicieron esperar. La primera canción fue “La casa de al lado”. “Acá en esta cuadra viven mil/clavamos el tiempo en un cartel/Somos como brujos del reloj/ninguno parece envejecer”, cantó. Más adentro en la noche llegaría un homenaje a Don Atahualpa Yupanqui; pero antes tuvo lugar una imagen para atesorar como postal. En la hermosa “Oración del Remanso”, Herrero abandonó su micrófono y abrió las manos invitando a que cantaran todos. Banegas seguía la melodía con las manos. Los músicos presentes daban lo suyo de viva voz y las Madres de Plaza de Mayo no aflojaban. Amplificadas por los pasillos, lo que las voces producían era, efectivamente, muy difícil de volcar en palabras.
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