Dom 01.06.2008

EL PAíS  › ESCENAS DESDE UN CORTE DE RUTA QUE YA VA SIENDO UNA FORMA DE VIDA

Sábado, Gualeguaychú, música en el corte

En la semana la película sería casi metafísica, seria y tensa. Pero el fin de semana congrega familias, hay música, recitados y reencuentros. PáginaI12 fue, escuchó y volvió para contarlo.

› Por Mariano Blejman

A esta altura, el corte perenne es como una forma de vida. “Ahora estamos bien, pero sabemos que vamos a estar mal”, dice el productor Mario Sartori, cuando cae la noche en Gualeguaychú, e intenta explicar el piquete preventivo. La manera de hacerse presente en la vida social del pueblo que hasta no hace mucho salía a la ruta para festejar el Carnaval. El corsódromo está vacío, claro. La vuelta al perro que otrora sucedía por la costanera de Gualeguaychú, se ha visto mermada por la recorrida hacia el piquete, a unos 20 kilómetros del centro de la ciudad. Durante la semana, prácticamente, no hay música en la ruta. Si el corte de lunes a viernes fuera una película, sería una de los hermanos belgas Dardenne: una historia sórdida, con una mirada autista y con el final abierto e inesperado. Pero el sábado llega el chamamé a la hora en que los móviles mantienen la transmisión en cadena, y la cosa se parece más bien a una historia de Enrique Carreras. Una familia completa pela poncho sobre la curva, un niño pone la bota sobre una goma y toca el acordeón. La escena sirve para que su hermana haga un recitado y después se sume la madre, y después entone su dicho el padre. Lo importante es la postura. Toda la esperanza está en el acto del lunes. “¿Pero de que pase qué?” pregunta este cronista. “Y, la verdad, estamos un poco desorientados”, dice Sartori.

La cultura joven la comanda, entre otros, el hijo de Alfredo De Angeli (Luiggi, le dicen), que junto a otros amigos se divierte en algún momento empujando tractores, cortándole el paso a camiones, o contando historias que se cuentan a veces en la puerta de un boliche. Sólo si le preguntan, Luiggi cuenta cosas de su padre: “Que en los ’90 lo llevaron preso durante un corte”, rememora, y del campo: que sus amigos acaban de cosechar, que están acopiando lo más posible en señal “de protesta”, que muchos han decidido no sembrar trigo para esta temporada, que los efectos se van a ver en el 2009. Y así. Total hay tiempo.

Raúl Sobredo es ganadero, socio de la Sociedad Rural, estuvo hace tiempo en Buenos Aires marchando junto a organizaciones de izquierda en contra de las papeleras, pero dice que está a favor de la propiedad privada. Que quede claro. “Con el Gobierno hay una cuestión de piel”, admite y asegura que el paro va a seguir. “Acá estamos luchando por un modelo de vida distinto de los argentinos: no queremos patoteros, decretos, ni resoluciones. ¿Para qué está el Congreso? Estamos luchando por un ideal noble, y decimos la verdad. Si se hace un debate entre los técnicos del Gobierno y de las instituciones agrarias veremos quién tiene la verdad. Al Gobierno le duele tener que ir para atrás, que se equivocó con el campo. Tal vez con otro gremio lo hubiese hecho, pero con el campo es cosa de piel”, repite. “Y bueno... a mi entender hay algún resentimiento.” Sobredo dice que reorganizar el impuesto a la Ganancia sería más justo, pero “éstos, lo que quieren hacer, es quedarse con la tierra”. El llano en llamas.

El corte

No hay diálogo, se repite sin escuchar. El tiempo se pasa de parado, se encienden leños sobre la noche, cuando ya no hay luz como para leer La Nación. Ante la ausencia de Alfredo De Angeli durante el día, Sobredo oficia de informador de la asamblea y dice sobre la tarima en medio de la ruta: “Estamos defendiendo la Constitución Nacional. Es nuestro simple convencimiento. Seguirán los cortes para transporte internacional”. El corte pide diálogo franco y propone “cese de actividades entre las 10 y las 18 para el lunes, cuyo epicentro será en Armstrong, Santa Fe. Llegan comunicaciones de Mendoza, de Santa Fe, de Salta, de Tucumán”, dice Juan Ferrari (“como la Fórmula Uno”, dice él), también militante de bigote fuerte. “Estén en los piquetes, no se desanimen y la vamos a continuar. Faltan días bastante bravos”, propone.

A los camiones que vienen con granos y hacienda se les propone volver (se usa la palabra retomar). “Lo demás es a criterio de cada uno”, dice Ferrari, que se mantiene comunicado con los otros piquetes por celular o mensajes de texto, y asegura que son unos 150 piquetes en todo el país. Ferrari pide también por un modelo de país distinto “aunque habría que preguntarle a cada uno de los que están acá, qué quiere decir con eso”, admite Ferrari, que anda pidiendo pista. La mayoría de los presentes son dueños, patrones, capataces y respectivas familias, claro, que no cumplen horarios, ni son asalariados. Los empleados no son mayoría, pero muchos aplauden cuando pasan. En verdad, la tensa calma la maneja Gendarmería que va negociando el paso de camiones a medida que se juntan demasiados. Se trata, en definitiva, de no tensar la soga hasta el límite.

Don Alfredo

Cuando está, los medios quieren saber qué va a pasar. Es el vocero arrendatario. Pero el alma de Alfredo De Angeli está todavía más presente cuando su cuerpo anda por otros rumbos. Una parada en Victoria, una presencia en el tractorazo de Paraná, siempre hay motivo para detenerse. Hoy domingo estará en el corte, aseguran. Pero el lunes va a estar en Armstrong, dicen. Los medios preguntan por él, la gente habla de Alfredo. El micrófono movilero es la excusa para denunciar “la injusticia” de no haber sido escuchados por el Gobierno, mientras suenan sonidos ensordecedores de bocinazos de tractor, y la camioneta doble tracción el lugar para esconderse del frío. “Hay con qué aguantar”, opina otro que no da nombre.

La vida

“Hoy estamos más desconcertados que nunca. Día a día me voy desanimando más porque veo que es un capricho. No sabemos cuáles son las razones de no dar marcha atrás.” Los camiones sí dan marcha atrás: los brasileños cobran por día y poco les importa lo que pase con su lugar en el mundo. Algunos argentinos tocan bocina en señal de aliento, otros en cambio tienen ganas de bajarse o cruzar el camión en medio de la ruta para cortar en protesta por el corte. Mario Sartori tiene unos campos a dos kilómetros del corte y dice que su vida está “distinta” desde hace 81 días. “Hoy por hoy hace tres meses que estamos muy complicados. Estamos en un ámbito en el que no estamos acostumbrados, y tampoco nos gusta”, admite. Sartori también cree que los resultados del paro van a verse en la actividad agropecuaria dentro de un año: “Va a haber menos trigo sembrado, menos hacienda, menos animales”.

Servicios

En la estación de servicios del kilómetro 53, claro, estacionan los servicios. En todas sus acepciones. El bar-parrilla-comedor El Entrerriano se sacó la grande, dicen todos. Le vinieron a hacer el piquete a 30 metros, aunque el dueño dice que “igual acá siempre se trabaja bien”. Ahora las asambleas se hacen puertas adentro (para poder gritar sin que repercuta hacia fuera), ahí comen los movileros y el resto de la tropa, mientras que el restaurante La Posta, en cambio, a dos kilómetros del epicentro con wi fi y regalería rutera, mermó de clientes, será cuestión de aguantar. Cada noche es motivo para destripar un novillo: el lockout no llegó a Gualeguaychú. “Este es el piquete de la abundancia”, se ríe uno que trata a otro irónicamente de “¡andá, oligarca!”, por cualquier motivo mundano.

El otro

A las 9 de la mañana del sábado, una mujer espera detrás de la barrera que pase algún bagayero para el lado de Fray Bentos. En dirección contrapuesta al corte por el campo. “Fuera Botnia, viva la Patria” es la síntesis encontrada en los carteles. Como si fuera entre Ceuta y Marruecos, la comunicación entre ambas ciudades está entrelazada por remises. Cuando tiene una urgencia, la mujer tiene que tomarse un remís hasta la frontera y llamar otro desde Uruguay que la vaya a buscar hasta el corte. Son 160 pesos en total. Antes le salía 15 pesos. O sea, la ruta nacional 136 que va para Fray Bentos sigue cortada. Hay dos o tres personas que mantienen la guardia mínima, ahora que el esfuerzo por cortar se fue para el otro lado. Entre el corte y el puesto de Gendarmería, la zona pre-Botnia parece un pueblo abandonado por los ensayos nucleares. El ambientalismo contra la pastera Botnia fue cuna de los piqueteros del campo. Ahí todavía recuerdan el día que Alfredo De Angeli cruzó un camión en la ruta y comenzó el corte que todavía sigue, aunque les hayan puesto un pedazo de Finlandia en el medio. La guardia está muy bien organizada: se construyó una especie de comedor (la icónica carpa ya fue) con aire acondicionado y calefacción, con aportes de “la gente de campo”, cuenta Ana María Gándola, profesora, que cayó justo ahora con sus dos chicos a hacer el aguante un par de horas. Su compañera sigue embroncada contra los olores que emite la chimenea al otro lado del río, se ve el humo blanco. Habemus pasta. “Allá se ve, mire”, dice ella, que se la pasa llamando a los números que le dieron en el Gobierno para pedir los análisis, “pero nunca hay nadie”. E invita ir hasta el comienzo del puente. La prensa tiene pase libre. O sea, pregunta el cronista, que siendo aquel terreno de Finlandia, se puede ir a pedir asilo político, en caso de que la cosa se vaya de mambo. Ana María dice que es una muy buena idea, que podría proponerlo en la asamblea. “Los de allá –se refiere al otro piquete– también son gente de esta zona.”

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