EL PAíS › SE ENCONTRARON IMáGENES INéDITAS SOBRE LOS PRESOS FUSILADOS EN TRELEW
Un denunciante anónimo envió a la fiscalía de Rawson documentos del sumario oficial que hizo la Marina en 1972 para encubrir la masacre. Son las primeras imágenes de los cuerpos después del fusilamiento. Se incorporaron como pruebas a la causa.
› Por Diego Martínez
La Armada Argentina no se rinde. Pese a su desastrosa performance en tribunales, donde ostenta el record de procesados por delitos de lesa humanidad en el pasado y espionaje ilegal en el presente, la fuerza que comanda el almirante Jorge Godoy se empeña en destruir pruebas para ocultar sus trabajos sucios. El mes pasado un alto jefe de inteligencia naval ordenó destruir documentación sensible. Pero algo falló. Una vez más alguien no quiso ser cómplice y dos hojas sueltas llegaron a la Justicia. Se trata de documentos de enorme valor histórico: las fotos de los cadáveres de las víctimas de la Masacre de Trelew. El sello de la Armada en sus extremos demuestra que no fueron extraídas del archivo de un fotógrafo aficionado sino del sumario instruido para reforzar el cuento oficial del intento de fuga, el tiroteo y las muertes inevitables, el mismo sumario que los marinos se niegan a entregarle al juez federal de Rawson y que ratifica que los archivos de inteligencia que las Fuerzas Armadas niegan ante la Justicia gozan de buena salud.
La denuncia anónima llegó el mes pasado por vía postal al despacho de Fernando Gelvez, el fiscal de la causa. Incluye unas pocas líneas, dos fotos de mala calidad con los nombres de siete víctimas, un sello con la leyenda “Armada Argentina. Juzgado de Instrucción ad-hoc”, el ancla en el centro y el número de folio. “Todo sugiere que son parte del sumario militar, el sello lo dice –señaló el secretario del juzgado, Mariano Miquelarena–. La pregunta es dónde está el resto del sumario y, si lo destruyeron, cuándo lo hicieron y quién dio la orden”, agregó. Gelvez coincidió en que pertenecen a la instrucción oficial.
–¿El anónimo dice dónde estaban las fotos? –preguntó Páginai12.
–El anónimo dice que las fotos eran muy fuertes y por eso no cumplieron la orden de destruirlas –explicó Miquelarena.
–¿Dice quién dio la orden?
–Dice que un alto jefe militar dio la orden de destruir todo lo que quedó. Pero en principio es un anónimo, que cobra fuerza cuando el cabo (Carlos) Marandino reconoce que los cuerpos habían quedado en esa posición y en ese lugar, la entrada al calabozo, y cuando se logra diferenciar con claridad la figura de Mariano Pujadas.
El secretario aceptó describir las imágenes antes de que Páginai12 tuviera acceso. “Se ven dos cuerpos boca abajo y Pujadas boca arriba. Se ve el rostro e incluso el pulóver que tenía cuando fue detenido”, el mismo con el que dio la conferencia de prensa en el aeropuerto viejo de Trelew tras la fuga del penal de Rawson. “Se alcanzan a ver los impactos de bala en las piernas, que echan por tierra la versión de Sosa (el capitán Luis Sosa declaró que forcejeó con Pujadas, cayó de un golpe, entró en estado de shock cuando escuchó las ametralladoras, y al recobrar el conocimiento no tenía un rasguño pero lo rodeaban 16 cadáveres) y se condice con la descripción de (Horacio) Mayorga sobre las ametralladoras, en el sentido de que se puede tener precisión en los primeros dos o tres disparos pero que en una ráfaga es incontrolable”, explicó Miquelarena.
En la segunda foto aparece el cuerpo de María Angélica Sabelli, tendida en el piso, adentro de un calabozo. “Habría que ver la foto original, pero da la sensación de que cayó ahí, que el cuerpo no fue arrastrado. De lo contrario se verían las figuras que dejan las gotas de sangre”, agregó. Según el relato de los sobrevivientes, Sabelli compartía con Susana Lesgart la última celda de la izquierda.
El sumario interno que respaldó la versión oficial fue encomendado por el almirante Hermes Quijada al entonces capitán de navío Jorge Enrique Bautista. Su carátula es toda una garantía de imparcialidad: “Investigar la actuación del personal militar a raíz de la tentativa de evasión del grupo subversivo alojado en la base Almirante Zar”. El cabo Marandino, procesado como autor directo de la masacre, declaró que le ordenaron mentirle a Bautista para encubrir el fusilamiento. Durante su declaración indagatoria el marino de 82 años aseguró no recordar a qué conclusiones arribó, pero sí que “me hacían llegar el apuro que tenía (el presidente de facto Agustín) Lanusse por que yo terminara el sumario”. Cuando el juez Hugo Sastre lo procesó como cómplice secundario de los homicidios y ordenó trasladarlo al penal de Marcos Paz, Bautista se descompensó y quedó internado en el Hospital Naval. La Cámara Federal de Comodoro Rivadavia aún no se pronunció sobre su situación.
Cada vez que el magistrado solicitó el sumario la Armada respondió que no lo tenía. Es comprensible que no aparezca. En el procesamiento de Bautista el juez concluyó que “la supuesta investigación formó parte del plan preparado por el gobierno de facto del ex presidente Lanusse, y fue direccionada a justificar los actos del personal militar”. La instrucción “resultó ser una burda defensa del discurso oficial emitido para todo el país, sin importar cuál fue la verdad de lo ocurrido”, escribió Sastre. El pacto de silencio se resquebraja día a día. Los archivos no existen, pero que los hay los hay. En teoría los controla el director de Inteligencia Naval, contraalmirante Mario Rubén Abadal.
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