EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por J. M. Pasquini Durán
No hay cálculo político que pueda sobreponerse al impacto de las imágenes de miles de litros de leche volcados al costado del camino por los camiones cisterna que no pudieron llegar a destino. Es indignante y hasta obsceno el volumen de alimentos desperdiciados en los últimos noventa días a causa del paro sostenido por la Sociedad Rural y tres entidades aliadas. El gobernador Scioli definió la situación en una frase contundente: “Con la comida no se jode”. A esta altura, está agotada la racionalidad de los argumentos usados a favor o en contra de la medida de fuerza. Hacia el futuro, quedará más entero el liderazgo que encuentre el camino de salida de este verdadero laberinto que desconcierta y fastidia a la inmensa mayoría de la sociedad. Echarse culpas o intercambiar acusaciones no suma ni resta para nadie, porque el pleito ha llegado a un punto desde el cual las posibilidades están muy reducidas: a partir de ahora todos pierden si perseveran con terquedad en sus respectivas trincheras.
Con buen sentido de oportunidad, el jueves los obispos difundieron el pronunciamiento de su cónclave extraordinario llamando a la conciliación y el diálogo, con lo cual reforzaron a los núcleos más flexibles de las entidades rebeldes para que salgan de las rutas y las calles. Los cortes y la agitación callejera nunca terminaron de conformar a los sectores rurales más conservadores, de modo que en la práctica quedaron a cargo de la Federación Agraria, donde es indisimulable la competencia por la jefatura entre Buzzi, su actual titular, y “Minga” De Angeli, el mellizo entrerriano que se entretiene sacudiendo la cola al tigre. En el ala rígida figura también Mario Llambías, de la CRA, no sólo por intereses económicos, sino además por razones ideológicas que evocan las gestas “libertadoras” de mediados del siglo XX. El antiperonismo asomó sus nuevas cabezas detrás de los tractores, cada vez más excitado a medida que Néstor Kirchner regresaba a las viejas hormas del PJ, aunque esta vez bajo su comando personal.
El paro de los transportistas que bloquearon las rutas principales del tránsito comercial y amenazaban con desabastecer supermercados, industrias, y hasta insumos hospitalarios, terminó por disuadir a los caciques rurales de que había llegado el momento de simular una tregua. No cabe decirlo de otro modo, cuando la decisión de las entidades mantiene “el alerta y la movilización” y autoriza a las asambleas a decidir si se quedan en las rutas. Vuelven a la comercialización del grano, pero ésa no es ninguna concesión, ya que los exportadores habían vuelto a exportar los montos normales en vista de la baja del dólar. Es obvio, entonces, que se trata más bien de una simulación que de una franca disposición al diálogo y habrá que ver si el Gobierno está dispuesto a aceptar la maniobra. Si la rechaza, deberá elegir con cuidado sus razones para que la propaganda mediática del comunicado rural no vuelva a presentar al oficialismo como el bando intransigente. Por lo pronto, el defensor del Pueblo, Eduardo Mondino, hizo una movida que le dará un protagonismo mediático fugaz, pero que lo convirtió en parte de la operación simuladora de los caciques rurales que van a golpear las puertas en nombre de la paz pero con las caras pintadas. Citó a una reunión para el lunes, a petición de los ruralistas, pero si levantan toda medida de acción directa. Para Mondino, ¿permanecer en las rutas es acción directa?
Lo cierto es que el Poder Ejecutivo hizo modificaciones a la resolución inicial sobre los tributos a la exportación, diferenció a los pequeños productores, incluyó a los monotributistas, estableció mecanismos más fáciles para cobrar los reintegros y algunas otras medidas que, hasta el momento, las entidades rurales desconocieron o despreciaron por insignificantes o inútiles. Habrá que pedir a la imaginación de la dirigencia política y agropecuaria las formas nuevas para que el diálogo no quede empantanado en el punto de partida, atrapados por los argumentos de la confrontación. Es innegable que de un lado y del otro ninguno quiere aparecer cediendo, retrocediendo o peor aún con la pulseada perdida. Podría decirse también que a unos y a otros les faltó cintura para evitar la polarización extrema, y así llegaron a puntos sin retorno, donde lo que vale no es un acuerdo de intereses sino la victoria sobre el otro, para quedarse con el cinturón del campeonato.
No son pocos de uno y otro lado los que están interesados en tensar la cuerda. Por lo pronto, esos partidos de oposición que encontraron en el litigio campestre un motivo valedero para tratar de reunir las cabezas del arco opositor, un propósito que sin el campo de por medio había sido imposible. Resignarse a que un eventual acuerdo vuelva a dejarlos a la intemperie no será fácil para ninguno que, vale suponer, tratará de zumbar en la oreja de unos y otros a fin de hacer valer la consigna del Mayo Francés: “Pidamos lo imposible”.
Como lo demostró la conferencia internacional que convocó la FAO en Roma, los problemas de la producción y el comercio de alimentos rompieron todas las fronteras nacionales. Por lo pronto, la concentración es fenomenal: cinco empresas controlan en el mundo el 80 por ciento del mercado de cereales. Lo mismo pasa con la especulación financiera en las inversiones agrícolas, cuyo valor se estima en 250 mil millones de dólares y sigue aumentando a medida que se desbarrancan otras fuentes de alta rentabilidad, como fueron las hipotecas inmobiliarias en Estados Unidos y Europa. El precio del petróleo incentiva la producción de biocombustibles que demanda más producción de materia prima, pero acelera la concentración especulativa. Hasta algunos factores climáticos, como las prolongadas sequías o las lluvias torrenciales con desbordes de ríos, pueden atribuirse a los fenómenos derivados del calentamiento global. La conferencia terminó en fracaso, porque los más poderosos se negaron a reconocer los intereses y las demandas de las naciones más pobres, incluidas las productoras de alimentos como Argentina.
En este espejo internacional no sólo están reflejados los problemas agrarios, sino también las dificultades para diseñar políticas públicas que atiendan, con equidad y en simultáneo, los intereses de la producción nacional y la inserción en el comercio globalizado, extendiendo una porción de la rentabilidad del sector al bienestar general. El jueves, después de que la policía provincial reprimió sin medida una protesta social en la frontera argentino-boliviana, el cura Jesús Olmedo, hermano del obispo de Humahuaca, afirmó: “Los productores del campo y el Gobierno están haciendo circo. ¿A dónde van a parar los millones de las retenciones? A los pobres no van porque les aseguro que aquí la gente se está muriendo de hambre”.
La opinión del combativo sacerdote no es de su exclusividad, ya que el rumor de la calle, en especial en las zonas más desprotegidas, tiene ciertas coincidencias con el punto de vista. Nadie puede negar, sin embargo, que tanto la obra pública como la generación de nuevos empleos, forman parte de esa gradual gestión de redistribución que realiza el gobierno nacional, aunque también es cierto que los sectores privilegiados han realizado escasos esfuerzos solidarios con el resto de la sociedad. Más aún: algunas de estas franjas de la cúspide social se han beneficiado de subsidios y políticas oficiales, puesto que el Gobierno intenta atender las legítimas demandas sociales, incluso algunas del campo, sin rebanar las ganancias empresarias. En esa lógica se mantiene el IVA para todos, pobres y ricos, porque eso garantiza una recaudación fácil y caudalosa, a fin de atender subsidios y obras públicas, en tanto las operaciones financieras por centenares, tal vez miles, de millones de pesos siguen exentas de impuestos. Este régimen injusto también está en la base de todos los debates sobre evasión impositiva.
El próximo martes la presidenta Cristina cumple 180 días de gestión, la mitad absorbidos por el conflicto agropecuario. Ha sido tan fuerte la presencia agotadora del campo, reproducida sin cesar por las bocinas mediáticas hasta que formaron una nube sónica que tapó cualquier otro ruido que no fueran las voces de la “comisión de enlace” o de agitadores como “Minga”, al que sólo le falta presentarse en el show de Tinelli, que cualquier balance estaría desequilibrado por la presión de estos últimos noventa días. A pesar de que el tiempo vuela, falta más de un año para las próximas elecciones y más de tres para que termine el mandato. Si es cierto que goles son amores, el partido recién comienza, para beneplácito de algunos y desconsuelo de otros.
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