Sáb 28.06.2008

EL PAíS  › OPINIóN

El lobo, las gallinas y la ciencia

› Por Sara Rietti *

En una entrevista publicada en PáginaI12, el lunes 23, el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, “se pone las pilas” y se refiere a cuestiones que generaron una rica polémica. Hemos avanzado mucho, pero en mi condición de “maestra ciruela” me siento obligada a decirle que para los propósitos a los que apunta tendrá que hacer un ejercicio de humildad y ponerse a estudiar, para poder entender a qué se refieren y la “metodología” que emplean los “teólogos” de las ciencias sociales y políticas, la filosofía, la antropología social, historia de la ciencia o los de las ciencias de la educación...

Como coordinadora académica desde hace 14 años de la Maestría en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología, que ha provisto muchos de los “cuadros” del Ministerio de Ciencia, y se honra en tener como profesores a ilustres funcionarios del mismo, nos encantaría tener al ministro como alumno privilegiado de alguno de nuestros cursos. Lo que le permitiría descubrir que hay un rico pensamiento latinoamericano sobre ciencia, tecnología y sociedad; que nos provee de un sólido sustento teórico y humano para pensar las cosas que nos preocupan en la región, en relación con nuestras debilidades en desarrollo social e inclusión. Que para poder avanzar en ese sentido haciendo uso de la ciencia y la tecnología, es importante preguntarse, como sintetizaron magistralmente en ocasión de un homenaje a Oscar Varsavsky los estudiantes del centro de Exactas de la UBA, glosando su pensamiento: “Ciencia para qué”, “ciencia para quién”.

Hay mucho que trabajar, estudiar y pensar para elegir en cuál “canasta” colocar las prioridades. No basta con aumentar el presupuesto o triplicar el número de científicos. Hay que pensar, por ejemplo, en nuevos criterios de evaluación de la producción científica, para lo cual habría que apuntar a desarrollar y sostener revistas científicas regionales, que permitan acceder a su legitimación, en términos acordes con objetivos diferentes de los de la ciencia central.

Hay un enorme campo de acciones específicas para desarrollar y sostener una ciencia diferente, para un proyecto nacional y latinoamericano diferente. Para todo eso necesitamos de la mirada de los investigadores y pensadores de las ciencias “blandas”. Hoy más que nunca, lejos de parcelar los saberes, necesitamos tender puentes entre “duras” y “blandas”. Sumando e interactuando, para llegar a “todos”, diversas manifestaciones artísticas, en particular cine y teatro, que aportan cada vez más a la democratización del conocimiento y al protagonismo de la “gente”.

Un último comentario sobre las respuestas del ministro relativas al financiamiento de nuestra ciencia por parte de los organismos internacionales. Para decirlo muy sencilla y gráficamente: ¡No pongamos al lobo a cuidar nuestras gallinas! Aquellos que suscribieron el Consenso de Washington y que aconsejaron o condujeron el “proceso de modernización” de nuestra educación y nuestras universidades no pueden ser los que nos den créditos para un “modelo diferente”. Para fundamentarlo en clave algo más reflexiva, nos puede ayudar recordar cómo cambió nuestra “independencia económica” a partir del momento en que cancelamos nuestra deuda con el FMI. Sin contabilizar los efectos positivos sobre nuestra salud mental, al no tener que ver las caras de los expertos que nos enviaban y sus dedos admonitorios. Salvando las diferencias, sí se puede afirmar que el campo del desarrollo de la ciencia y la tecnología en la sociedad actual constituye un área estratégica. Para su desarrollo no necesitamos fondos extraordinarios de los cuales no se disponga. Que, por otra parte, promueven un turismo 5 estrellas, de funcionarios, periodistas y expertos, hacia los centros internacionales que nos los otorgan graciosamente; debilitando la capacidad de juicio del más pintado. En todo caso, pongámonos las botas y hagamos turismo de aventura en la zona cordillerana, donde poblaciones excluidas luchan para defender sus medios de vida frente a la amenaza que significan las explotaciones mineras en danza.

Se puede tomar como ejemplo la heroica travesía de un investigador de Esquel, Lino Pizzolón, biólogo especialista en agua, que lideró con argumentos científicos y acompañamiento de pensadores y líderes sociales la rebeldía de la población local frente al proyecto minero que amenazaba la vida y la continuidad de la principal actividad del lugar: el turismo en una zona de belleza impar. Nada más que para empezar a pensar...

* Coordinadora académica de la Maestría en Política y Gestión de la Ciencia y la Tecnología (UBA).

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