EL PAíS › LA EXPOSICION GANADERA COMO ESCENARIO DE OPOSICION
Con video triunfalista, un toro-celebridad –se llama Cleto– y señoras producidas, el encuentro ruralista tuvo este año un toque de lo más particular.
› Por Emilio Ruchansky
Erica Días es petisa, morocha y no sonríe. No se parece en nada a las demás promotoras de los stands de la Exposición Rural de Palermo. Ayer, parada en un patio frente al acoplado de la Agencia de Recaudaciones de la Provincia de Buenos Aires, era esquivada mecánicamente por los visitantes. Con la mano repleta de folletos, juraba que había muchos morosos interesados en liquidar sus deudas inmobiliarias o automotrices “porque estas semanas recibieron intimaciones”. ¿Vos se las cobrás? preguntó PáginaI12. “No, nosotros sólo emitimos las boletas, después cruzás y pagás”, dijo la joven y señaló el “banco móvil”: un trailer con ventanillas y cajero automático facilitado por Banco Provincia. Estaba vacío.
Mientras la promotora admitía que hasta ese momento nadie había aprovechado otro de sus ofrecimientos, el de escribirle a su jefe el recaudador Santiago Montoya, a diez metros la carpa de la Mesa de Enlace de las entidades agropecuarias era un éxito. Tenía dos entradas con gigantografías que mostraban vistas aéreas de las marchas en el Monumento a la Bandera en Rosario y en el Monumento de los Españoles, a pocas cuadras de ahí. Pero lo que detenía a la gente era la pantalla de plasma donde se veían las postales de los tres meses de conflicto por las retenciones móviles: el corte de Gualeguaychú, los actos en Armstrong, Alfredo De Angeli (con y sin diente), los manifestantes vip de Capital Federal junto a los militantes del MST y una bandera extorsiva: “Sin el campo no hay comida”. Finalmente, con “Alta en el cielo” de fondo, se veía al vicepresidente Julio Cleto Cobos.
Entre foto y foto, disfrazado de chacarero, aparecía Pancho, uno de los jóvenes encargados de la carpa. Se lo reconocía por su amplio mentón, cuello corto y espalda de boxeador. Este metrosexual vestía jeans apretados y camisa a rayas blancas y azules. Con una sonrisa enorme, Pancho explicaba a dos señoras que no había copias del video y contaba emocionado que si aparecía tantas veces es porque él era uno “de los que habían armado toda esta movida”. Detrás, un matrimonio reflexionaba sobre el conflicto. “Cómo les frenamos la mano”, festejaba el hombre. “Pero no van a cambiar”, replicó su esposa. “A menos que caigan, porque con todo esto taparon un montón de problemas, la inflación, la inseguridad, la corrupción”, indicó el marido.
El jefe de Pancho, un cincuentón canoso, hablaba con dos fans y reconocía sentirse como “ratón Mickey en Disneylandia”. Claro que él, aseguraba, no quería salir en la tele como Luciano Miguens y contaba con desgano que todo el mundo le pedía autógrafos al presidente de la Sociedad Rural. “Un día me filmaron comiendo una empanada y cuando llegué a mi casa mi mujer me preguntó si había comido, le dije que no y me dijo ‘pero si te vi’. Te das cuenta, la tele no sólo te hace más gordo, ¡te sacan comiendo empanadas!”, contó entre risas, sobre la entrada de la carpa de Enlace, De adentro se escuchaba una voz nasal femenina que salía en off en el video: “Tenemos que ponernos fuertes, unirnos todos los argentinos, seas de la clase que seas”.
En los corrales de los caballos, dos cuidadores se quejaban por los cambios recientes en la organización de esta muestra que ya lleva 122 años ininterrumpidos. Aunque durmieron, como siempre, en el regimiento de Patricios, esta vez no les dieron de comer. “Tampoco nos dejan guardar caballos ahí”, aseguraba Juan Manuel Tomatis, “así que sólo se quedan los machos ganadores y las hembras ganadoras se tienen que volver en el día; antes dormían acá hasta el desfile final”. Su colega Gonzalo Hiebra aseguró que nadie explicó el porqué de la “mala onda”. Los militares les decían que eran órdenes superiores. “Pero nosotros no hicimos nada –se lamentó–, encima a ellos (los militares) les subieron el sueldo.”
Sin embargo, no todo había cambiado. La prueba era una señora con sobretodo marrón oscuro, pollera azul, zapatos y medias negras. Estaba parada al costado del corral central de la exposición con dos trofeos en la mano y la satisfacción de ganar algún premio, como todos los años. “Me llamo Margarita Perkins, soy la mujer de Alfredo Anchorena”, se presentaba, sin mirar a los ojos del cronista. Custodiada por dos potrillos, la señora de cuño aristócrata festejaba el premio al “petiso argentino tipo Welsh”. Decía orgullosa que ella sola los había criado en sus campos de Estación Perkins, porque su marido estaba en La Pampa. Al rato se la vio saludando a señoras como la activista pro dictadura Cecilia Pando.
Mientras continuaban los desfiles de caballos, bajo una tarde soleada y con una tribuna llena, en los corrales donde se exhiben toros y vacas todos preguntaban por Cleto. “Me tienen harto, si yo agarro esta bolsa de granos y le pongo nombre ¿le van a sacar fotos también?”, se quejaba un cuidador. Algo de razón tenía. El toro Cleto, un semental de raza Shorton de 1040 kilos, era el preferido del público, que se acercaba para tomarse una foto y recibía una negativa si pedía tocarlo. El animal, que de espaldas parece un hipopótamo, tiene el cuero rojizo, es de Gualeguaychú, nació el 27 de julio de 2005 y el año pasado ganó su categoría y fue el gran campeón de la feria. Por entonces, costaba 32 mil pesos.
Su cuidador, Néstor Krausse, se había ido a almorzar y sus colegas Miguel Vallo, Héctor Puhell y Gerardo Plaul aprovecharon para chusmear. Sentados sobre la alfalfa y comiendo salame, queso y mandarinas, decían que ellos habían rebautizado a una vaca llamada Gisella. “Ahora le decimos Cristina porque la sirvió el Cleto”, bromeaban. Es que la vaca estaba embarazada de cinco meses y el padre del crío era nada menos que el Cleto. ¿Cuántas personas hacen falta para comerse a Cleto? preguntó PáginaI12. “Y... no menos de trescientas personas, aunque muy rico no va a ser porque es un toro”, calculó Vallo.
Fuera del corral, en un puesto de una empresa que vende yerba y té, un animador explicaba cómo tomar un mate individual en un gran vaso de plástico. Después hubo sorteos para los chicos, en una pizarra con letras que detrás tenían pegada una figurita con variedades de té. Había que elegir dos letras y si coincidían, el premio era un mate individual. Fueron pasando los chicos, hasta que uno pidió la K. “Dónde está que no la encuentro”, dijo el animador, que tardó en darse cuenta por qué los padres se reían tanto. Cerca suyo, Erica Dias seguía ofreciendo sus volantes para los morosos y que informaban lo que nadie quería enterarse: “¿De dónde obtiene el Gobierno el dinero necesario para hacer frente al gasto social? De los Impuestos que pagamos todos los ciudadanos”.
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