EL PAíS
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Lo malo y lo de afuera
Por Marcos Lohlé *
Desde hace unos meses, enormes carteles colocados por la Municipalidad en los principales cruces del partido, alertan a la población sobre “las mafias que traen niños a pedir a San Isidro”. La “a”, preposición que indica localización geográfica, concentra en su cuerpo diminuto muchos otros sentidos.
La “a”, como una frontera, delimita un adentro y un afuera; una zona de pertenencia y otra de exclusión. Los niños pobres son traídos a San Isidro, es decir, no son de San Isidro.
Esta idea funciona como una réplica barata –baratísima– de uno de los prejuicios más extendidos de la cultura occidental: aquel que señala que todo lo malo, lo perjudicial, lo contagioso, viene de afuera. Y se expresa con convicción en el lema vernáculo que asegura que “San Isidro es distinto”. Cabría entonces preguntarse: ¿distinto de qué? ¿de sí mismo?
Grandes zonas del partido parecen ajenas a la representación que el gobierno municipal tiene del propio territorio que administra. Cualquier habitante de San Isidro sabe que miles de niños de La Cava y del Bajo Boulogne son pobres, o sea, están desnutridos, enfermos, abandonados por un Estado que aún negándolos no logra volverlos invisibles.
La expulsión simbólica de esos niños del otro lado de la frontera trazada por la “a” de los carteles, pone en evidencia su expulsión real de los ámbitos de decisión política que debieran contenerlos.
La exclusión geográfica encubre, entonces, la exclusión social y desnuda la resolución oficial de ignorar las zonas “irrepresentables” de San Isidro, confinándolas a un afuera injusto y mentiroso.
Sin embargo, y aunque prefiera olvidarlo, el estado municipal es responsable por esos cuerpitos lastimados de los niños pobres de San Isidro, de los miles de niños que sufren entre nosotros. La comunidad que aporta los recursos que ese estado administra, es también responsable de recordárselo.
* Concejal de San Isidro (Frepaso).